El crecimiento de 2 por ciento que registró el PIB en el 2016 tiene dos lecturas. Por un lado, es la menor expansión anual de los últimos siete años; por otro, es una cifra medianamente tranquilizante en tanto supera los pronósticos de varios especialistas y los malos augurios de algunos líderes gremiales.
Ahora, la pregunta relevante es si la economía colombiana ya tocó fondo. A juzgar por las cifras, la respuesta parecería ser afirmativa. Si se toma en cuenta el crecimiento que arrojaron los cuatro trimestres del 2016, el año terminó con un dinamismo en ascenso. Mientras entre julio y septiembre la economía creció apenas 1,2 por ciento, el peor dato del año, en el último trimestre el dinamismo se recuperó hasta 1,6 por ciento.
A pesar de ese rebote, es probable que el comienzo del 2017 nos depare sorpresas negativas. La razón es simple: como el resto de economías de la región, la colombiana ha tenido que hacer dos ajustes ante la caída de los precios de las exportaciones primarias. El primero fue el ajuste externo, que se inició con el aumento de la tasa de cambio registrado a partir del 2014 y que se ha ido afianzando con la tímida reacción de las exportaciones. El segundo ajuste es el fiscal, que empezó con los apretones presupuestales del 2015 y el 2016, y que solo se ha completado con la reforma tributaria aprobada en diciembre por el Congreso, cuyos efectos apenas se están empezando a sentir.
En este contexto, es probable que en estos primeros meses del año se registre un debilitamiento de la demanda, producido especialmente por el impacto del aumento de 3 puntos del IVA en el bolsillo y el ánimo de los consumidores. Y es que si bien el efecto de ese incremento sobre la inflación no superaría un punto porcentual, lo que no debería reducir significativamente del consumo, el ánimo de la gente está por el suelo. Los datos del Índice de Confianza del Consumidor de Fedesarrollo están en su nivel más bajo desde que hay registros, en gran medida por el golpe anímico de la reforma tributaria.
¿Entonces, este año será peor que 2016? No debería ser así, pues hay varios motivos para pensar que las cosas van a mejorar. A pesar del pesimismo actual, el consumo tendrá algunos factores a favor: la inflación seguirá descendiendo lentamente, ayudada por la desactivación del paro camionero, lo que permitirá al Banco de la República seguir reduciendo las tasas de interés. Por otro lado, la inversión privada recibirá el impulso de la primera ola de proyectos de la concesiones 4G, asumiendo que no sufran el contagio del efecto Odebrecht.
Además, las alcaldías y gobernaciones meterán a fondo el acelerador de las obras públicas, lo que compensará el apretón del gasto del Gobierno Central. Finalmente, las exportaciones deben seguir reaccionando ante los mejores precios internacionales de las materias primas y el mayor crecimiento de la economía mundial. Bajo estas circunstancias, el 2,6 por ciento de crecimiento que proponen varias proyecciones para este año, no parece descabellado.
Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo
columnista
¿Tocamos fondo?
El consumo tendrá algunos factores a favor: la inflación seguirá descendiendo lentamente, ayudada por la desactivación del paro camionero.
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