JUEVES, 07 DE DICIEMBRE DE 2023

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Mauricio Reina

Un verdadero pacto histórico

Por el momento, este acercamiento de los dos enemigos más encarnizados que ha tenido la política colombiana en este siglo deja dos frutos positivos.

Mauricio Reina
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Mauricio Reina

El acuerdo nacional propuesto por el presidente electo Gustavo Petro tiene virtudes innegables. Antes de su elección, muchos temían que un potencial gobierno suyo pudiera estar marcado por la confrontación y la exclusión política. Los pasos que ha dado Petro desde que se conoció su triunfo han estado orientados por un camino distinto. Las acciones que ha adelantado para sumar nuevos apoyos a su gobierno han revelado a un Petro inédito y han sorprendido hasta al más escéptico.

Pero tanta armonía política también tiene algunos bemoles. El primero tiene que ver con los móviles de quienes se han montado en el bus del triunfo. Lo ideal sería que esos acercamientos se hubieran dado sobre la base de convergencias programáticas, de modo que los que se han unido al proyecto de gobierno lo hubieran hecho aportando sus ideas para matizarlo.

Lamentablemente ese no ha sido el caso en el proceso de construcción del acuerdo nacional de Petro. Han sido patéticos los ejemplos del Partido Liberal, que selló su ofrecimiento de apoyo al nuevo gobernante con una descarada solicitud de puestos, o el del Partido Conservador, que desafió el escaso ideario que le quedaba al declinar la posibilidad de hacerle oposición al primer gobierno de izquierda de la historia del país. Lo que hemos visto hasta el momento no ha sido tanto la conformación de un acuerdo político sino de un acuerdo clientelista.

En ese contexto aparece la deposición de las armas de Petro y el ex presidente Uribe, lo más parecido que hemos visto en mucho tiempo a un verdadero pacto histórico. A ambos les sirve agitar la bandera de la paz, al menos circunstancialmente. A Petro le sirve neutralizar el discurso encarnizado de algunos miembros del Centro Democrático, que por sustracción de materia ha quedado convertido en la única caja de resonancia de casi la mitad de los votantes colombianos. El acercamiento también le ha permitido reencaucharse políticamente a Uribe, quien tras haber estado varios meses desaparecido de la escena política, por pérdida de popularidad y por estrategia electoral, se ha convertido en el jefe de la oposición y en el interlocutor más calificado del nuevo presidente. Además, el acercamiento le permite a Uribe reducir la presión política del petrismo sobre el proceso que sigue avanzando en su contra en la justicia y el macro caso de la JEP por falsos positivos.

Por el momento, este acercamiento de los dos enemigos más encarnizados que ha tenido la política colombiana en este siglo deja dos frutos positivos. El primero consiste en que evita la disolución del esquema gobierno-oposición, que es fundamental para el adecuado funcionamiento de una democracia. El segundo radica en que parece que ese esquema podrá hacerse sobre la base de ideas y programas, y no sobre los insultos y las descalificaciones a las que nos tenían habituado los dos líderes. ¿Será verdad tanta belleza?

Mauricio Reina
Investigador Asociado de Fedesarrollo.

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