Las expectativas, esos determinantes del comportamiento humano tan difíciles de precisar, se han convertido en protagonistas de la economía colombiana en la actualidad. El gobierno y los analistas tienen claro que en la presente coyuntura el crecimiento depende esencialmente de la demanda interna y, en concreto, del consumo y la inversión privados, que son tremendamente sensibles a las expectativas.
Algunos datos resumen la situación. Al finalizar el primer trimestre, el consumo privado registraba un crecimiento de 3,8% anual, un punto por encima del promedio de la economía, lo que confirma su importancia como motor de la actividad. Entre tanto, la inversión es la gran apuesta del gobierno para jalonar el PIB, bajo el supuesto de que se dinamizará gracias a las ventajas derivadas de la Ley de Financiamiento.
En concreto, dos normas de la pasada reforma tributaria deberían estimular especialmente la inversión: la gradual reducción del impuesto de renta de las empresas y la posibilidad de descontar de ese impuesto la totalidad del IVA de la compra de bienes de capital. Entre tanto, el panorama para el consumo privado tiene más claroscuros. Si bien el entorno financiero para los hogares luce favorable, con unas tasas de interés bajas que no deberían cambiar en los próximos meses de no darse una sorpresa adversa en el frente inflacionario, el mercado laboral se sigue deteriorando gradualmente.
Más allá de estas condiciones objetivas, para nadie es un secreto que uno de los principales determinantes recientes del consumo y la inversión han sido las expectativas. De hecho, en los últimos años la confianza de consumidores e inversionistas sufrió sensiblemente por diversos factores: primero, por la incertidumbre acerca del desenlace de las negociaciones con las FARC; después, por la expectativa sobre el resultado de las elecciones presidenciales; y, más recientemente, por el trámite de la Ley de Financiamiento.
Superados esos escollos, el panorama debería lucir mucho más estable para el gasto privado. Si bien subsisten elementos de incertidumbre política, como la suerte del posconflicto, los avances de las bandas criminales y el limitado margen de maniobra del gobierno en el Congreso, las condiciones económicas del entorno lucen más estables tras la tregua declarada recientemente en la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la perspectiva de que la Reserva Federal pueda bajar las tasas de interés en EE. UU., según sugirió su presidente esta semana.
En ese contexto, hace pocos días se dio a conocer un estudio que refleja el mejor clima empresarial que se vive en la actualidad. Una encuesta realizada por la firma de consultoría EY (Ernst and Young) entre medio centenar de empresas importantes del país muestra dos resultados alentadores: 92% de las firmas perciben que la economía está mejorando, y el 66% considera que aumentarán en más de 10% sus ventas este año.
Ojalá la pugnacidad política y las perturbaciones de orden público que caracterizan el clima previo a las elecciones regionales no terminen borrando con el codo lo que tanto ha costado escribir con la mano.
Mauricio Reina
Investigador asociado de Fedesarrollo.
mauricioreina2002@yahoo.com