El nuevo proyecto de reforma tributaria tiene un componente de austeridad en el gasto. Es coherente que, al exigir al sector privado y los más pudientes un esfuerzo adicional en estos tiempos difíciles, se imponga una reducción de los presupuestos públicos.
Pero la austeridad- en el sector público y el privado- tiene unos principios que hay que respetar.
El principal criterio es que la austeridad es una señal de buena gestión. Ser austero debe ser una actitud permanente y no temporal. La calidad de la gerencia o la dirección es el uso eficiente de los recursos disponibles. Los negocios administrados con austeridad son rentables y crecen con recursos propios.
El segundo de ellos es que no hay austeridad sin dolor. En otras palabras, la austeridad tiene que sentirse porque de lo contrario no modifica el comportamiento institucional. Es como hacer dieta; sin hambre no hay pérdida de peso. Los recortes no pueden ser simbólicos ni pueden concentrarse en partidas que no son significativas.
El tercer principio es que la austeridad sin criterio agrava las circunstancias. Hay que recortar aquello que no sea estratégico de lo contrario se obtiene el efecto indeseable que paralizar las funciones vitales de una organización. Siempre hay grasa, ineficiencia y burocracia innecesaria. Es ahí donde tiene que hacerse el esfuerzo de austeridad.
Otro elemento que no se debe desconocer es la resistencia de los afectados a la austeridad. De ahí que sea mucho más fácil implementar estas reducciones si los funcionarios participan en ello. En el sector privado es frecuente implementar iniciativas que premien a aquellas áreas que demuestren las mayores reducciones de gastos. Este estímulo hace que todos participen en las disminuciones de costos y gastos con resultados mejores que los presupuestados.
El gobierno hace bien en recordar la importancia del buen manejo de los siempre escasos recursos públicos. Nadie puede negar que, luego de los ocho años de mermelada y corrupción rampante del gobierno Santos, esta ha sido una administración muchísimo más transparente en el manejo presupuestal. Ello explica que no sea popular con los congresistas y políticos acostumbrados a engrasar sus maquinarias con contratos y recursos públicos.
En el sector público se presenta, de manera simultánea, una grave carencia de recursos y un enorme derroche de estos. Hay áreas donde se opera con extremas limitaciones mientras en otras instituciones se dilapidan los presupuestos en todo tipo de gastos inoficiosos. Hay demasiada publicidad, exceso de eventos innecesarios y una verdadera obsesión por contratar costosos estudios. En estas actividades, muchas de ellas de muy bajos resultados, se pueden hacer economías muy significativas. Menos postín y más gerencia pública es la clave.
Es necesario analizar con detenimiento dónde existen duplicación de funciones, intervenciones innecesarias, exceso de personal y privatizaciones viables. La austeridad exige planeación, firmeza y constancia.
Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda
migomahu@hotmail.com