Con toda razón, el presidente de Fenalco, Guillermo Botero, reclama al gobierno la ausencia de medidas audaces para reactivar la economía. En medio de la semiparálisis de la mayoría de los sectores productivos, el equipo económico parece pasmado, sin ideas ni propuestas para superar este grave momento coyuntural.
La Superintendencia Financiera anuncia que expedirá, en los próximos días, una comunicación en la que permitirá que quienes tienen créditos vencidos entre 30 y 90 días puedan llegar a definir con los bancos nuevas condiciones de pago sin ser reportados en las centrales de riesgo.
Según información de El Tiempo (edición del 15 de septiembre), “se trata de cerca de 1,5 millones de obligaciones que tienen vencimientos de entre 30 y 90 días y cuyo valor asciende a 7,75 billones de pesos. La cifra equivale a un poco más del 41 por ciento del monto total de la cartera en mora del sistema financiero, que suma 18,8 billones de pesos”. La mayoría de los créditos que podrían beneficiarse de esta medida son los de consumo, pero no están excluidos los hipotecarios y microcréditos que muestren retrasos en el cumplimiento de las obligaciones.
Esta decisión es un paso en la buena dirección, pues permite aliviar a quienes se han visto perjudicados por las decisiones del gobierno que han afectado el ingreso disponible de los hogares, como el aumento del IVA, la caída de la industria, el flojo comportamiento del comercio exterior, la caída de la inversión extranjera, el desestímulo de la minería y la parálisis del comercio. A pesar de lo que dice el Dane, el panorama del empleo muestra más hogares están optando por actividades de informalidad, lo que explica el aumento de la tasa de participación y una relativa estabilidad en el desempleo abierto.
Si bien la cartera morosa del sistema financiero se mantiene en niveles que no deben generar gran preocupación (4,3% del total) y está debidamente provisionada, la tendencia no es buena, ya que este tipo de fenómenos tiene un comportamiento de tipo inercial. Nada indica que el trimestre de este año sea mejor que el decepcionante primer semestre. Mientras en el resto del mundo las economías mejoran sus resultados, en Colombia estamos en un preocupante estancamiento. Solo el gobierno insiste en que lo peor ya pasó, pero la credibilidad de su mensaje está por el suelo.
A la economía, sumergida por los impuestos excesivos y la falta de estímulos, le cayó el manto de la incertidumbre. El clima electoral está más oscuro que nunca, con decenas de candidatos presidenciales que reflejan el derrumbe del liderazgo político. La posibilidad de que la izquierda radical tenga una opción en la segunda vuelta no se puede descartar. El proceso de paz hace agua a medida que se confirma que, cada día, más guerrilleros están en la disidencia, pues presienten que el gobierno incumplirá los compromisos. La explosión del narcotráfico, como nunca en nuestra historia, enrarece el clima diplomático con Estados Unidos y próximamente con Europa.
Santos tiene un gobierno que cuenta ansiosamente los días para que termine el mandato. En materia económica, le sobra discurso y le faltan políticas.
Coletilla: “aumento de cultivos no es atribuible al proceso de paz” dice Naranjo. ¡Plop!