LUNES, 15 DE ABRIL DE 2024

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Miguel Gómez Martínez
columnista

Enterrado se quedó

Entre el 2010 y el 2016 el Estado recibió 120 billones de pesos en impuestos, regalías y dividendos de la actividad carbonífera.

Miguel Gómez Martínez
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Miguel Gómez Martínez

Si en algo somos ricos de verdad es en carbón. Las reservas probadas del mineral (6.000 millones de toneladas métricas) representan más de 70 años de producción al ritmo actual. En 1992 se extrajeron 15 millones de toneladas métricas, que le representaron al país 555 millones de dólares. En el 2014, se produjo el mayor volumen, con 89 millones de toneladas y unas exportaciones de 6.800 millones de dólares. Al mes de septiembre de este año estábamos por los 76 millones de toneladas métricas y unos 5.100 millones de dólares de exportaciones.

Es cierto que el carbón no es un producto atractivo como las flores o el café, pero es determinante en la balanza comercial y es nuestro segundo producto de exportación. Colombia, con el 1 por ciento de la producción mundial, ocupa el puesto 11 a nivel global, muy lejos de China, Estados Unidos, la Unión Europea y Australia. A pesar de la importancia que el carbón tiene para el país, hay un amplio grupo de opositores al desarrollo de este sector. Una extraña coalición de intereses y matices políticos se han empeñado en ponerle zancadilla a esta actividad.

Felices deben estar los opositores del sector minero con la reciente reunión de la 23 Conferencia del Cambio Climático que se realizó en Bonn, Alemania. Para luchar contra el efecto de los gases de invernadero, una veintena de países acordaron substituir el carbón en la generación de electricidad antes del 2025. Entre esta lista están algunos de los grandes compradores del carbón colombiano. Los miembros de la Ocde –el grupo de naciones ricas al que Colombia quiere entrar sin tener cómo hacerlo– decidieron que para el 2030 eliminarán por completo el consumo de carbón de sus balanzas energéticas. Para el 2050, el carbón debería desaparecer del consumo mundial.

China, de lejos el mayor productor, con 45 por ciento de la producción mundial, y el principal consumidor de carbón, está reduciendo aceleradamente el uso de este combustible. A medida que disminuye la demanda, el precio internacional debe resentirse, pues habrá sobrantes en muchas latitudes. Para Colombia este es un reto que debemos enfrentar sin tardar. El carbón genera empleo (unos 12.000 directos e indirectos solo en la mina de El Cerrejón), sin tener en cuenta los de La Jagua, La Loma y Chirigüaná. Para el Estado esta es un pésima noticia, pues no se puede olvidar que entre el 2010 y el 2016 se recibieron 120 billones de pesos en impuestos, regalías y dividendos de la actividad carbonífera. El hueco que deja en las finanzas públicas es colosal y no existen fuentes para reemplazarlo en el corto plazo.

Hay que participar en el esfuerzo por reducir la tendencia al calentamiento global. Pero para Colombia esto implica un duro golpe para su estabilidad económica. Que la producción y el valor de las exportaciones de carbón disminuyan en el futuro próximo, es una realidad que vamos a tener que enfrentar sin demora, y es el reto más grande para el equilibrio económico colombiano.

Mucho carbón se va a quedar enterrado y con ello la posibilidad de utilizarlo para impulsar nuestro desarrollo. Triste.

Coletilla: si Bogotá es la ciudad más competitiva de Colombia, no quiero imaginarme las demás.

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