He sido siempre prudente en cuestionar la transparencia de las cifras oficiales. Colombia tiene, para su nivel de desarrollo, un aparato estadístico aceptable. La confiabilidad y oportunidad de las mismas permite medir las tendencias y realizar los análisis coyunturales.
Es cierto que desde la llegada de Santos al poder, el Dane ha adoptado un discurso mucho más político y sesgado. Las buenas cifras se resaltan con énfasis, mientras las malas hay que buscarlas en los archivos de la entidad. Hay esa constante necesidad de inflar lo que se ve como favorable, con exceso de adjetivos y ausencia de matices. En cambio, lo negativo no merece ni comentarios ni análisis. El Dane, por el carácter estratégico de la función que cumple, debe ser lo más imparcial y neutro posible. Su papel no es el de ser un comité de aplausos del gobierno.
Para ser una entidad que ha politizado la presentación de las cifras, se cometió un grave error al comunicar los resultados sobre la evolución de la pobreza. Los medios nacionales registraron el resultado haciendo énfasis en el valor monetario mínimo para no ser considerado como pobre. El informe del Dane dice así: “la línea de pobreza extrema es el costo per cápita mínimo de una canasta alimentaria que garantiza las necesidades básicas calóricas. Para 2016, el costo per cápita mínimo necesario a nivel nacional fue de $241.673, lo que equivale a un crecimiento de 8,1% con respecto al 2015, cuando se ubicó en $223.638. De acuerdo con lo anterior, si un hogar está compuesto por 4 personas, será clasificado como pobre si el ingreso total del hogar está por debajo de $966.692”.
Afirmar que no se es pobre cuando se tiene 241,673 pesos mensuales por persona es algo que la inmensa mayoría de los colombianos considera como contraevidente. Todos los resultados del trabajo estadístico quedan así cuestionados, lo que le resta credibilidad al trabajo del Dane, que está realizado siguiendo metodologías consistentes y, esperamos, con el debido rigor estadístico.
El informe concluye que el año 2016 no fue positivo en la lucha contra la pobreza por el impacto de la elevada inflación (5,75 por ciento) que castigó la capacidad de compra de los colombianos. La reforma tributaria, cuyo efecto inflacionario se estima en 1 por ciento anual, siguió deprimiendo la demanda como lo confirman las preocupantes cifras del comercio de los primeros dos meses del año.
El informe del Dane insiste en los buenos resultados de Colombia en el tema de disminución de la pobreza. Desde el 2010, cinco millones 133 mil colombianos habrían superado la pobreza, según las mediciones del indicador multidimensional que integra un número más amplio de variables. Las cifras confirman que la deuda con las zonas rurales es todavía muy alta y que ciertas regiones como Chocó, Guajira y Cesar tienen resultados preocupantes. Bucaramanga, Pereira y Bogotá son las ciudades con menores índices de pobreza.
Cuando se analizan estas cifras habría motivos de optimismo. Pero no puede uno dejar de pensar en los billones de pesos que se pierden en corrupción, las toneladas de mermelada repartidas a los políticos, las costosas comitivas internacionales, o el vergonzoso despilfarro de recursos presupuestales en publicidad oficial, que habrían podido ayudar a reducir aún más la línea de pobreza.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com
columnista
Línea de pobreza
El Dane, por el carácter estratégico de la función que cumple, debe ser lo más imparcial y neutro posible.
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Miguel Gómez Martínez
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