El país avanza en la recuperación económica y lo confirman las cifras. Pero sobretodo se percibe en las calles. Hay un aire de actividad que es visible en el comercio, los restaurantes, los aeropuertos o las actividades de recreación. Preocupa que viene acompañado de un preocupante relajamiento en las medidas de protección sanitaria que también es visible en todos los entornos. Queremos creer que la pandemia es un tema del pasado y que podemos recuperar la normalidad.
Hay factores que conspiran contra esta visión optimista. A pesar del esfuerzo del gobierno, la vacunación ha entrado en una fase de lento progreso en el porcentaje de la población que tiene las dos dosis. El bajo ritmo diario de contagios y de muertes reduce la urgencia de muchos de cumplir con los necesarios pinchazos.
Existen otros aspectos que es necesario considerar. Los empleados están divididos.
Algunos quieren regresar a sus lugares de trabajo como sucedía antes de la pandemia.
Otros no quieren volver y prefieren el trabajo virtual que les proporciona un mejor balance entre vida privada y productiva. Y muchos quisieran un esquema flexible con jornadas presenciales y otras virtuales. Un verdadero dolor de cabeza para las áreas de talento humano que dudan sobre la mejor opción para garantizar la productividad de las empresas.Pero tal vez el mayor enemigo del retorno a la normalidad sea el tema de movilidad. En todas las grandes ciudades del país, el tráfico es un verdadero dolor de cabeza. Ni siquiera Medellín, la única ciudad con una infraestructura de transporte público eficiente, se salva del colapso. Claro el caos absoluto es Bogotá donde la inmovilidad es la norma a cualquier hora o día de la semana. En Bogotá, donde el problema es el más grave, los ineptos de la secretaría de movilidad están convencidos que mientras más carriles restrinjan con todo tipo de obstáculos, mejor será el tráfico.
En lugar de enfrentar los temas están convencidos que el problema se resuelve con más bicicletas sin entender que lo que están logrando es fomentar la compra desaforada de motocicletas con los inconvenientes que eso trae en materia de contaminación y accidentalidad.La capital, sumida en todos los problemas de manera simultánea, está en una fase crítica. Las vías llenas de huecos, las alcantarillas tapadas, las pocas obras mal programadas y ejecutadas con desesperante lentitud, agravan una situación de derrumbe de la movilidad.
Regresar a la normalidad resulta poco estimulante en medio del deterioro de la calidad de vida y sin posibilidades de mejora en los próximos años. En Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Cartagena o cualquier ciudad intermedia, perder varias horas al día en los atascos de tránsito es normal. El costo en términos de productividad es monumental sin que los gobiernos locales hagan nada eficaz por paliar esta circunstancia.
Miguel Gómez Martínez
migomahu@hotmail.com