Desde que el proceso de paz de Santos dividió al país, no hemos podido superar la polarización. Esta división nos hace mucho daño y es, sin duda, el más costoso legado de esa experiencia.
En los temas económicos ha sido posible llegar a consensos. En una semana de marchas, se dio a conocer el resultado del Producto Interno Bruto para el 2022. Luego de un crecimiento del 11 por ciento en 2021, la cifra de 7,5 por ciento de expansión de la economía es buena y confirma que la recuperación, luego de la pandemia, ha sido robusta.
Pero también hay consenso que el último cuatrimestre registró una sensible desaceleración de la economía. Consumo, inversión y gasto público mostraron, en series anualizadas, un frenazo severo.
Ello se explica por el efecto que ha tenido el aumento de las tasas de intervención del Banco Central y la incertidumbre generada por algunos de los anuncios de reformas del gobierno.
Cuando se consulta a los grandes bancos internacionales, los nacionales, los centros de investigación, el FMI, el Banco Mundial y las entidades públicas nacionales, las expectativas de crecimiento de la economía colombiana para el 2023 son un modesto 1 por ciento.
El cambio de tendencia es entonces fuerte. Pero lo que resulta llamativo es que, mientras el Ministerio de Hacienda le apuesta a que la expansión en el 2023 será del 2 por ciento, el Banco de la República considera que será de un 0,2 por ciento.
Hacienda es el más optimista de los 21 analistas mientras el República es el más pesimista. Ocho cuadras, casi en línea recta, separan al Ministerio del Banco Central. Pero parece que este año sus visiones sobre el futuro próximo están bastante alejadas.
No faltan los que sostienen que la política del Emisor ha sido demasiado drástica, pues el fenómeno inflacionario tiene, en esta ocasión, elementos de demanda, pero también factores de oferta que explican el comportamiento de los precios.
Pero el banco central considera, con razón, que es necesario evitar que el país vuelva a senderos de inflación elevada que dificultan mucho el manejo fiscal y cambiario.
El Gobierno, por su parte, tiene un as para jugar: el gasto público.
La adición presupuestal por 24,5 billones de pesos recibirá apoyo entusiasta del Congreso en un año electoral. Excluyendo el servicio de la deuda, serán 23,2 billones de pesos que beneficiarán a casi todos los ministerios y áreas del Gobierno.
A pesar de las conocidas restricciones que tiene la ejecución presupuestal en nuestro país, el Gobierno cuenta además con los recursos de la reforma tributaria, una holgura pocas veces vista en nuestra historia económica reciente.
Encontrar un consenso entre la lucha contra la inflación y la reactivación mediante gasto público será el eje central del manejo macroeconómico en el 2023.
MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
Decano de Economía Universidad del Rosario
migomahu@gmail.com