Importantes las declaraciones del nuevo director nacional de planeación, César Ferrari, a Portafolio (edición de agosto 11 de 2022) donde afirmó que es necesario “recuperar la capacidad de planeación del DNP”. Planear es indispensable cuando los recursos escasean.
El DNP fue una institución estratégica y central durante la fase de la substitución de importaciones. Desde la apertura económica, Planeación Nacional inició un lento pero constante proceso de decadencia. El nuevo modelo económico, que le daba el papel protagónico al sector privado, reducía simultáneamente la importancia de la planeación indicativa. Los planes de desarrollo se convirtieron en sumatorias desarticuladas de promesas electorales e intereses políticos. Detrás venían los de siempre, los parlamentarios, empujando lo que para ellos era importante en términos de clientelismo y contratación.
Asignarle responsabilidades en el tema de regalías fue el cáncer que terminó por inocular la corrupción en una entidad que sobresalía por su transparencia y enfoque técnico. Los recientes escándalos con los recursos de la paz confirman la gravedad de este proceso de politización, ya visible desde las épocas de Uribe y Santos. El diagnóstico de Ferrari es correcto: “En los últimos años el DNP ha acabado enredado en repartir regalías a diestra y siniestra y ha olvidado su misión fundamental: pensar el país hacia dónde va, cómo va, cuáles son sus restricciones y potencialidades”.
Sería clave que Planeación se concentrara en un pequeño número de temas fundamentales.
Sin duda el más importante es la calidad de la educación. Ya es hora de que alguien acepte que, a pesar de los logros en cobertura, llevamos décadas retrocediendo en materia de calidad. Un modelo que mide su éxito por el número de profesionales, en una economía que requiere más técnicos y tecnólogos, es un lastre para el desarrollo. Estudiantes que no son bilingües, débiles en matemáticas, sin respeto por la ciencia y obsesionados por los diplomas, nunca serán el motor de crecimiento que necesitamos.
El país no puede seguir evadiendo el debate sobre el daño que Fecode le ha hecho al modelo educativo público colombiano. A la educación hay que darle un revolcón total.
Determinante sería que el DNP ataque el tema de la protección interna de nuestra economía que no es nada más que la suma de muchas ineficiencias en transporte, infraestructura, logística y burocracia. Planeación debería convertir la productividad y competitividad en una obsesión nacional. Es la única manera de luchar, de manera eficaz, contra el desempleo y la informalidad.
Ojalá el nuevo DNP no caiga en la tentación de volver a crear empresas públicas en sectores productivos ni a escoger sectores ganadores. Demasiado nos costaron los Ferrocarriles Nacionales, Colpuertos, IFI o Telecom. Todavía estamos pagando con impuestos esos descalabros.
Que Planeación se dedique a pensar y a ordenar prioridades sería un enorme beneficio para el país.
Miguel Gómez Martínez
migomahu@gmail.com