Los marxistas sostienen que la base de toda estructura de poder son las relaciones económicas de la producción. Analizar la estructura del Producto Interno Bruto (PIB) permitiría, entonces, tener una buena aproximación sobre las fuentes del poder político en Colombia. Un análisis estadístico nos lleva a conclusiones sorprendentes y que no siempre confirman los postulados marxistas.
Con un 20 por ciento, el ramo financiero es el primer componente sectorial del PIB. Sería el primer foco de poder político en Colombia, y nadie duda de su peso significativo. No en vano, la primera fortuna nacional proviene de este sector de actividad. Pero a pesar de su inmensa importancia en la generación de riqueza, políticamente tiene una vulnerabilidad política relevante, pues los bancos no son populares en ninguna parte y son acusados de cobrar en exceso por créditos y servicios. Sin duda, su poder político efectivo es menor que su poder potencial.
El sector servicios es el segundo en importancia en el PIB, con 15 por ciento, pero tratándose de miles de actividades disímiles no tienen capacidad de cabildeo común, lo que los reduce a las gestiones que realizan los microgremios que hoy pululan. Algo similar le sucede al comercio, que representa un 12 por ciento del PIB, pero que está dividido entre grandes cadenas y pequeños comercios, distribuidores de productos importados y nacionales, legales, y de contrabando. Toda esta diversidad conspira para que su poder político sea más efectivo.
En cambio, hay sectores menores de la economía que tienen mucho poder político. La industria solo representa 11,4 por ciento del PIB, pero ejerce la titularidad de la representación gremial del sector privado. A pesar del proceso de desindustrialización que no se detiene, no hay reforma tributaria ni legal que pueda ser aprobada sin el visto bueno de la Andi. Pero, sin duda, el que tiene el mayor desfase entre su poder político y el peso económico es el sector agropecuario, que solo representa hoy 6,2 por ciento del PIB, pero que hace temblar de miedo al Gobierno Santos.
Los colombianos siguen creyendo que somos un país agrícola y eso es un enorme triunfo político del ramo. En el Congreso existe una inmensa sobrerrepresentación del sector agropecuario, mientras no existe un solo parlamentario que pueda considerarse como vocero del ramo financiero, el más importante de nuestra economía.
Y hay sectores políticamente minusválidos como el de minas y petróleos (7,7 por ciento del PIB), que tiene una fuerte dinámica de inversión y hoy representa el 66 por ciento del valor de nuestras exportaciones, pero que políticamente no tiene ninguna audiencia. Lo mismo le sucede a la construcción (6,7 por ciento del PIB), inmenso generador de mano de obra, pero con poca representación en los ámbitos políticos y las esferas de poder.
Los politólogos podrán afirmar que una cosa es el poder aparente y otra el poder real. Pero la realidad es que, si Marx tuviese razón, habría una mejor correlación entre el peso político y el peso en el PIB.
Miguel Gómez Martínez
Profesor del Cesa