Cuando Bill Clinton, un desconocido gobernador de Arkansas –uno de los estados más pobres de Estados Unidos–, lanzó su campaña presidencial contra el presidente George Bush padre, muy pocos le daban un chance de victoria. Bush había hecho un gobierno aceptable, pero sobre todo había ganado, de forma espectacular y sin bajas, la primer Guerra del Golfo. Su reelección en 1992 parecía asegurada. Bueno ya conocemos la historia, Clinton derrotó a Bush y pasó a convertirse en uno de los presidentes más populares de los tiempos recientes.
James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, se concentró en los temas económicos, en tanto que la de Bush hacía énfasis en los triunfos diplomáticos internacionales. Se acuñó, entonces, la famosa frase, “es la economía estúpido”, pues mientras el presidente hablaba de temas que no le importaban a los votantes, Clinton llegaba con un mensaje cercano al bolsillo de los ciudadanos. Clinton entendía lo que le importaba a la gente, y Bush confiaba en su ego.
Viendo la última encuesta de Gallup, queda claro que la primera preocupación de los colombianos es la inseguridad. El 87 por ciento de los ciudadanos creen que la situación en materia de seguridad no es buena, superando al impresionante 84 por ciento que considera que la corrupción está desbordada. A ello contribuye, sin duda, la agresiva campaña de la guerrilla contra la infraestructura, la Fuerza Pública, las carreteras, los buses y camiones. Han aumentado los secuestros, y muchos sentimos que retornamos a ese horrible pasado cuando el miedo albergaba nuestros corazones. Pero el problema es más grave que la escalada terrorista. Los colombianos tienen miedo de salir a las calles, de abordar los buses públicos, de montar en bicicleta o de ir a cualquier lugar no vigilado. Basta con mirar la congestión de los centros comerciales los fines de semana para entender que la ciudadanía se refugia en esos lugares, en los cuales se siente más segura que en la calle.
El Gobierno Nacional y distrital insisten en que en seguridad vamos como nunca. Pero la verdad es otra, y ello afecta la economía. Según la misma encuesta, el 64 por ciento de los colombianos creen que la economía está empeorando y el 63 por ciento considera que el país va por mal camino. Del déficit fiscal ni se habla, porque la confusión estadística es total.
Lo único claro es que el escenario fiscal es preocupante porque el Gobierno no tiene margen de maniobra y debe que cumplir con las exigencias crecientes de sus aliados políticos. La tasa de cambio es el mejor reflejo de este deterioro, pues traduce las dificultades de la cuenta corriente, pero también la preocupación creciente de inversionistas extranjeros y nacionales por las grises perspectivas de la economía y del país.
Mientras estas tendencias se confirman, el Gobierno sigue encerrado en su discurso triunfalista, censurando y atacando a todos los que le llaman la atención sobre su falta de contacto con la realidad. Sería bueno que alguien le contara a Santos la experiencia de Bush padre. No es lo bien que le vaya en Europa con los reyes lo que importa a los colombianos.
Parafraseando a Clinton, “es la seguridad…”.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com