El sincretismo se define como el intento por conciliar ideas contrarias. El sincretismo se produce cuando dos culturas chocan y, como resultado, se fusionan elementos de cada una de ellas generando, en algunos casos, situaciones interesantes por lo novedosas y sorprendentes.
Pues en Rusia se observa un fenómeno de sincretismo ideológico. Luego de ser el templo del socialismo durante la época de la Unión Soviética, hoy es uno de los países con un modelo capitalista agresivo y muy opuesto a los ideales leninistas. A pesar de ello, al recorrer algunos de sus lugares icónicos se observan señales de esa fusión entre dos ideologías contradictorias. Es frecuente ver los símbolos restaurados del pasado zarista al lado de la hoz y el martillo del comunismo. La bandera rusa tricolor comparte el espacio público con estatuas que encarnan los ideales socialistas. El choque resulta interesante pues las estrellas rojas se codean con las águilas imperiales mientras una estatua de Marx está cerca de alguno de los zares autócratas. Los rusos han decidido, con inteligencia, dejar esas señales de su pasado con el argumento, muy válido, de que todo forma parte de su apasionante historia.
Es cierto que Stalin parece borrado de la memoria. Tampoco hay referencias al tenebroso pasado de represión que encarnó el terror del gulag. ¡El siniestro edificio de la KGB en la plaza Lubyanka es vecino de una gigantesca tienda para niños! Sorprende lo poco politizada que está la sociedad. Desde el exterior, tenemos la impresión que el régimen de Vladimir Putin está sometido a una profunda presión interna por parte de una opinión pública polarizada. Nada puede ser menos válido. Los rusos evaden el tema político que les aburre. Están concentrados en mejorar su estándar de vida personal en una sociedad que ha sufrido una muy acelerada y profunda transformación.
La modernización es acelerada, la inversión en infraestructura se observa en cada lugar, el nivel de opulencia se percibe sin ningún esfuerzo. Las ciudades están limpias que dan envidia y cuando se pregunta por la seguridad en Moscú le responden que las vitrinas de las joyerías no retiran los objetos en la noche, algo que es bastante cierto. No se ven pordioseros ni se perciben tensiones sociales. El tráfico es denso y agresivo, los pitos abundantes pero se respeta al peatón. Un país capitalista cualquiera.
Pero el sincretismo está presente. Los rusos parecen, en muchos aspectos, soviéticos. Sorprende lo locales que son. El bilingüismo es precario, aún en los sitios turísticos. Una hermosa ciudad como Moscú recibe un despreciable 1% de sus ingresos del turismo. La mitad de este porcentaje lo representan los visitantes chinos. “¿Por qué quieres que la gente hable inglés?” me responde con firmeza y evidente disgusto un mesero en un restaurante al que le pregunté si tenía un menú que no estuviese en ruso. Hay un muy visible fastidio con los Estados Unidos, percibidos como los causantes de varios de los males que aqueja la economía rusa. No sobra señalar que los colombianos no necesitamos visa para ir a Rusia mientras los europeos y estadounidenses la requieren.
Rusia es un país apasionante. Moderno pero todavía cerrado; capitalista pero no competitivo; autoritario en su larga tradición histórica. Un sincretismo muy original e interesante.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@gmail.com