Hace décadas que hemos venido perdiendo la capacidad de concentración. A medida que se desarrollan nuevas formas de comunicación, dejamos de tener espacios de silencio donde se pueda hacer trabajo cualitativo con contenido de estudio y reflexión. Vivimos muy ocupados lo que no quiere decir que seamos muy productivos.
Las redes sociales y la comunicación inmediata han agravado este fenómeno. Entre el computador y el celular, es muy difícil concentrarse. Hemos desarrollado un comportamiento de naturaleza adictiva con estos instrumentos. Pasamos horas enteras mirando sus pantallas, contestando mensajes y reaccionando a lo que nos llega. Damos instrucciones, comentamos y, cuando creemos que es suficientemente delicado, llamamos por teléfono para tener una versión más detallada de lo que necesitamos saber.
En los jóvenes este deterioro de la capacidad de concentración es dramático. El estudio requiere y exige concentración. Pero el volumen de distracciones que tienen a su alcance es excesivo y por ello no es de extrañar el debilitamiento de ciertas habilidades como la lectura comprensiva, la ortografía, el razonamiento matemático o la calidad del análisis. La pandemia, con su aislamiento, agravó aún más esta tendencia hacia un ping- pong permanente. Pasan las semanas, los meses y cerramos las jornadas agotados de este ejercicio que cada vez nos asimila más a robots o zombies. ¿Cuál es la calidad de nuestro trabajo? Es algo difícil de evaluar. ¿Ha mejorado la productividad? La respuesta es muy variable y depende de los sectores económicos o los niveles de responsabilidad. Los que trabajamos en el sector de servicios estamos abrumados por las reuniones virtuales, algunas muy efectivas, otras interminables e inútiles. La intensidad de esta agitación desgasta y fatiga, resta creatividad y bloquea la capacidad efectiva de buscar soluciones.
Estamos entonces confundiendo trajín (actividad, movimiento, ajetreo, agitación, jaleo) con trabajo que es, según la RAE, “el conjunto de actividades que son realizadas con el objetivo de alcanzar una meta, solucionar un problema o producir bienes y servicios para atender las necesidades humanas”. Trabajar, en el sentido profundo de la palabra, requiere tiempo, paciencia, reflexión, análisis y estudio. ¿Podría Miguel Ángel haber realizado suS inmortales obras artísticas si hubiese tenido un celular a la mano? ¿Habría Einstein podido desarrollar la teoría de la relatividad si lo estuviese distrayendo el sonido del “nuevo mensaje” en el computador? La respuesta es no.
Las personas realmente sobresalientes tienen la capacidad de focalizar su pensamiento y acción. Toman, de forma consciente, la decisión de no distraerse con asuntos menores y concentran su energía en aquello que han definido como prioritario. No dejan que lo urgente los distraiga más allá de lo necesario para poder cumplir metas y ofrecer resultados. Son grandes trabajadores no grandes 'trajinadores'. Confundir estas realidades es un drama de nuestra vida y la causa de muchos fracasos.
MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
Presidente de Fasecolda
migomahu@hotmail.com