Recientemente, Colombia y Argentina han ocupado un lugar importante en las noticias económicas.
Por una parte, los análisis destacan los progresos del primero en materia económica durante la última década y su transformación en un país atractivo para la inversión.
Contrariamente, se evidencia una percepción desfavorable frente al anuncio de la Presidenta de Argentina de expropiar el 51 % de las acciones de la empresa con capital español, YPF.
Hasta hace un tiempo, las dos naciones caminaron por ideas de desarrollo similares, pero con resultados diferentes.
Del modelo de crecimiento basado en exportaciones, de comienzos del siglo pasado, transitaron hacia el esquema de sustitución de importaciones, para luego embarcarse en la apertura económica hacia los años 90.
Mientras Colombia, durante décadas, pasó desapercibida con niveles de crecimiento modestos, pero relativa estabilidad macroeconómica, Argentina se destacaba más en crecimiento, pero también por su elevada volatilidad.
Luego de la última crisis argentina, ambos países se han venido distanciando en lo que a manejo macroeconómico se refiere.
Para ilustrar este alejamiento basta con recordar algunas de las medidas más recientes de Argentina, además de la expropiación de YPF: la estatización de las pensiones, la nueva ley que deteriora la independencia del Banco Central y la utilización de las reservas internacionales para pagar la deuda, los impuestos a las exportaciones y las restricciones a las importaciones, y hasta una aparente intervención de las cifras de inflación. Ideas como estas en Colombia habrían provocado una revolución y simplemente no habrían despegado.
Pero una mirada desde otro ángulo muestra, al contrario, un acercamiento.
Colombia, con la mitad del área y una población similar, se está acercando a Argentina en términos del tamaño de la economía.
Cifras recopiladas por el historiador Angus Maddison y, para un periodo más reciente, del Banco Mundial ilustran este hecho. En 1914, cuando Argentina era uno de los países más ricos del mundo, su PIB era más de cuatro veces el de Colombia, relación que se redujo a cerca de 3,5 veces en la mitad del siglo XX. Esta tendencia continuó de manera que para 1980, el PIB de Colombia ya representaba cerca del 50 % del argentino.
Hoy, este porcentaje se acerca a 68 %. Y si es cierto, como se dice, que la inflación está subestimada, situándose en realidad por encima del 20 % frente al 10 % oficial, este porcentaje podría aún ser mayor.
En 2010 y 2011, Argentina creció a un mayor ritmo que Colombia, pero todo parece indicar que las tasas del 9 %, apoyadas en buena medida en el elevado crecimiento del gasto público, no serán sostenibles.
El FMI prevé que el crecimiento en Argentina caerá a 4,1% en los próximos dos años, reflejando tasas más bajas que las previstas para Colombia. Contrario a lo que sucede en otros países de la región, la salida de capitales en Argentina ha comenzado a sentirse y, hacia el futuro, si no se perciben mejoras en lo macroeconómico e institucional, no sería descartable una devaluación, que de paso nos acercaría aún más hacia el tercer puesto en tamaño económico en la región.
Por nuestro lado, si se tiene en cuenta que los logros de Colombia se han dado sin una buena infraestructura y con un nivel moderado de apertura, no cabe duda que mayores esfuerzos en estas áreas mejorarían aún más nuestra posición regional.
Natalia Salazar
Investigadora asociada de Fedesarrollo.