Cuando Manuel Castells, en 2.002, definió la Sociedad del Conocimiento muchos, académicos o simples ciudadanos, oteamos un futuro donde la humanidad, empoderada por la transmisión libre y democrática de todo el conocimiento acumulado, a través de Internet, pudiera dar un salto cuantitativo y cualitativo hacia un mejoramiento de los indicadores sociales y económicos de los individuos de todos los países.
“…una sociedad en la que las condiciones de generación de conocimiento y procesamiento de información han sido sustancialmente alteradas por una revolución tecnológica centrada sobre el procesamiento de información, la generación del conocimiento y las tecnologías de la información.” (https://bit.ly/39PvzGP)
Lo que no previó el Maestro Castells y tampoco el creador del engendro que transformó un futuro optimista previsto en un infierno digital, es que el algoritmo diseñado por Marck Zuckerberg para crear una sala virtual de amigos que le permitiera reducir su falta de empatía, se convirtiera en la más grosera y pérfida máquina de manipulación emocional, creada por algún ser humano y perfeccionada, a tal punto, por Sergey Brin y Larry Page, los creadores de Google, que hoy Nest y Google Home saben a qué horas defecas o comes.
Desde que se supo la injerencia y el uso de datos de usuarios de Facebook, por parte de Cambrigde Analytics, para manipular a votantes a favor de Trump se avizoró un horizonte sombrío. Hoy estamos viviendo la Era del Capitalismo de Vigilancia no la Sociedad del Conocimiento.
¿Qué es el Capitalismo de Vigilancia? La autora del concepto es la PhD Shoshana Zuboff, profesora emérita de Harvard, en su enjundioso libro “La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder.” Cuya primera edición al español es de finales del año pasado.
La mejor definición de Capitalismo de Vigilancia, para mí, nos la da el profesor José Luis Molina de la Universidad Autónoma de Barcelona, al reseñar el libro de la profesora Zuboff: “El “capitalismo de vigilancia” consiste en la extracción, sin conocimiento por parte de los usuarios, de los metadatos asociados a sus interacciones con servicios digitales o aparatos “inteligentes”.
Estas interacciones aportan informaciones tales como la hora, el idioma, la localización geográfica, la frecuencia, el contenido y, agregadas en hiperescala (millones de usuarios), permiten desarrollar perfiles de usuarios y sistemas predictivos de su conducta extraordinariamente fiables.
Estos sistemas predictivos se venden a anunciantes que pueden de esta forma personalizar la publicidad ad infinitum, pero también a todos aquellos clientes que precisen de la modificación de la conducta de millones de personas, incluido su voto en unas elecciones (ver por ejemplo el caso Cambridge Analytics). Por lo tanto, la creciente interacción comunicativa con máquinas proporciona el material bruto de la predicción y modificación de la conducta humana.” (https://bit.ly/3sGQdBF)
Lo grave es que los líderes políticos lo saben y saben que utilizando esas herramientas pueden manipular y conducir a los millones de individuos que no tienen la alfabetización para procesar la información que circula en Internet y, obviamente, son presas fáciles de campañas de desinformación y de conducción emotiva hacia los fines de esos líderes inescrupulosos.
Lo grave es que las cuentas de millones de usuarios de incendiarios como Trump u otros líderes políticos, sin cortapisas morales o éticas, son las que alimentan el tráfico en Facebook, Twitter y todas las otras redes sociales. Lo grave es que dichas empresas dejen crecer réplicas de Nerón y luego intenten apagar el incendio a las carreras, cuando ya el daño está hecho.
Todos esos “conspiracionistas” que hay por ahí en Internet no son el resultado, son la causa. Ellos tienen una agenda política definida y saben para que utilizarla, así sea abriendo las puertas del apocalipsis. Y no son ellos, son los que están detrás de ellos.
Las redes sociales, la Inteligencia Artificial y la manipulación del ADN, son el nuevo Dorado empresarial y todas conllevan unos riesgos éticos para los cuales los gobiernos no estaban preparados y mucho menos los empresarios. Debemos ahondar en estas discusiones y debemos exigir que las empresas de tecnología no solo mejoren sus filtros sino, también, que respeten y por qué no, que nos paguen por beneficiarse de nuestros datos; eso es, más o menos, lo que se está discutiendo en Europa.
¿Qué tal estamos en Colombia? Mal, muy mal. Con una población con un 6% de analfabetismo urbano y uno rural del 12%, según el DANE, no podemos menos que preocuparnos.
En el Cesar, La Guajira y el Magdalena estamos en 14% de analfabetismo. El Estado nunca muestra los porcentajes del analfabetismo funcional, el cual debe ser muy alto de acuerdo a algunas investigaciones empíricas mías. Y los usuarios digitales consumiendo Facebook, Instagram y Whatsapp gratis. JAJAJAJA. Somos un país de ignorantes con una sociedad “facebukiada”.
Lean mi artículo al respecto (https://bit.ly/3c6wYf1) Hace rato lo vengo advirtiendo. Necesitamos más y mejor educación. La pandemia está provocando un atraso enorme en los indicadores de penetración escolar. Esa es la otra pandemia que el Estado debe atender porque si no, somos un país sin futuro. Un país sin jóvenes y niños educados está condenado al atraso, a la inmovilidad social.
El asunto no es si Twitter mañana le cierra las cuentas a Petro o a Uribe. El asunto es que nuestros niños y jóvenes no se alimenten solo de Facebook, Instagram o Tik Tok.
Nicola Stornelli García
Analista de Tendencias Digitales