Este 27 de mayo los colombianos tenemos el privilegio –que anhelan otras naciones del mundo– de elegir a quien nos gobierne entre las diversas propuestas lideradas por prestantes candidatos; igualmente, se fijará el rumbo para Colombia en los próximos cuatro años. Sin duda, una decisión muy delicada, pues ella nos impactará a todos sin excepción.
Corresponde, entonces, actuar responsablemente, por encima de intereses partidistas, revanchistas o ideológicos. No se trata de una confrontación de barras bravas como las que caracterizan a los partidos de fútbol, que terminan enfrentadas violentamente.
Es afortunado que los ciudadanos tengamos a nuestra consideración un amplio abanico de propuestas que posibilitan mediante el ejercicio del voto, la expresión ciudadana de conformidad o inconformidad. Lo contrario sería muy deplorable y peligroso: que no tuviéramos candidatos para gobernarnos. Hay para todos los gustos, advirtiendo que son seres humanos con virtudes y defectos. No estamos eligiendo ángeles. Hay que elegir ‘de lo que produce la tierra’, como se afirma en nuestras tertulias familiares.
El buen ciudadano vota responsablemente. No se abstiene. Nuestra Constitución (Art. 95) señala: “La calidad de colombiano enaltece a todos los miembros de la comunidad nacional. Todos están en el deber de engrandecerla y dignificarla. Son deberes de los ciudadanos: (…), participar en la vida política, cívica y comunitaria del país”.
Asistimos a este evento electoral en medio de un ambiente muy tenso, polarizado y con manifestaciones sectarias y fanáticas que enturbian un proceso que debe ser manifestación de civismo, cultura y civilización. Acudamos a las urnas con actitud positiva y respetuosa de las opiniones contrarias. Si nuestro voto está motivado por el odio, el rencor, el sectarismo, el fanatismo, es probable que nos equivoquemos.
En una comunidad civilizada, las grandes decisiones se toman respetando las normas preestablecidas, acatando los resultados que surjan del voto libre y secreto del ciudadano. Quien sea elegido “simboliza la unidad nacional, y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos” (Art. 188 Constitución Nacional).
Respetuosamente me permito manifestar que Colombia necesita un presidente respetuoso y respetable, confiable (coherente entre lo que piensa, dice y hace), que nos reconcilie; con autoridad moral y coraje para enfrentar temibles mafias de la corrupción y la politiquería, responsables del debilitamiento de nuestras instituciones.
A quienes afirman que no hay por quién votar, que todos son iguales, los invito a reflexionar pensando en nuestra Patria, no en partidos ni en otro tipo de consideraciones. Abstenernos de votar es lo que más les conviene a las organizaciones delincuenciales y corruptas, que aprovechan las dignidades de la democracia para enriquecerse. Con ellas no hay futuro ni se fortalece la democracia ni se derrota la pobreza ni mejora la economía.
Tarea: votemos en conciencia, sin odio, respetando las opiniones de los demás, y seamos amigos.