En un reportaje a El Tiempo del 23 de agosto de 2015, increíblemente uno de los directores del Banco de la República sostuvo lo siguiente: “En el último año, desde agosto 22 hasta hoy, se ha devaluado en un 62%. Considero que estamos muy cerca de la tasa de equilibrio” y para completar la sorpresa afirmó: “Ese tema no se ha discutido aún en la Junta, pero no hay razones para intervenciones con el objetivo de cambiar la tendencia de la tasa; entre otras cosas porque el Banco no tiene un objetivo de tasa de cambio sino de inflación”.
Así, esa fue la forma del como con la misma política del banco se indujo a la mayor tasa de inflación de los últimos 15 años a sabiendas de los fenómenos incubadores que el mismo organismo conocía desde meses atrás, el principal de los cuales era las menores cosechas por efecto del Niño, déficit de oferta que debía llenarse con mayores importaciones temporales. Por eso fue inconcebible la indiferencia frente a la devaluación sin precedentes como la que se estaba dando a mediados del año pasado.
En agosto 21 de 2015, en un comunicado, la junta lo reconoció: “En julio la inflación anual al consumidor (4.46%) aumentó levemente. El promedio de las cuatro medidas de inflación básica (4,29%) subió por décimo mes consecutivo…La transmisión de la depreciación nominal a los precios al consumidor y el incremento en los costos de las materias primas importadas, así como la menor dinámica en la oferta de alimentos, explican en gran parte la aceleración de la inflación en lo corrido del año”.
Sencillo: el Banco sabía que la inflación no era un asunto de demanda por lo que el instrumento principal no podia ser la tasas de interés. Lo ratificó en ese momento: “En Colombia, para el segundo trimestre los indicadores de comercio al por menor, de confianza al consumidor y del comercio, y de expectativas económicas indican que la demanda interna continúa debilitándose...En resumen, la inflación se mantiene por encima del límite superior del rango meta y el gasto interno de la economía continúa ajustándose a la menor dinámica del ingreso nacional”.
“A los colombianos les ha tocado ‘chuparse’ la mayor devaluación en más inflación, que se adiciona a la formación de unas expectastivas de inflación que el Banco de la República no logró doblegar por su reacción tardía”.
COMPARTIR EN TWITTEREn septiembre de 2015 el Emisor sube la tasa de interés 0,25 y en octubre 0,50 manteniendo en el comunicado de octubre el mismo argumento que usó para no subirlas en los meses atrás: “La aceleración de la inflación en lo corrido del año se explica principalmente por la transmisión de la depreciación nominal a los precios al consumidor y el incremento en los costos de las materias primas importadas, así como por la menor dinámica en la oferta de alimentos”. Y en ese tardío momento comienza a intervenir el mercado cambiario a través de la subasta, lo que dos meses atrás ni siquiera había considerado.
La inflación se disparó: de 5,35% anual en septiembre sube a 6,39 en noviembre y cierra el año en 6,77%. En enero se trepa a 7,45% pasa a 7,59% en febrero y a 7,98% en marzo y ahora en mayo rompe los registros: 8,20%. A la par, la junta del Emisor entra en pánico y comienza la alocada carrera de aumentar las tasas de interés desde 4,5 en septiembre a 7,25 a finales de mayo pasado. Los datos demuestran que su efecto ha sido irrelevante y que el gran daño lo produjo la devaluación del peso, la más alta de los últimos 50 años y no propiamente por una crisis cambiaria que sí ocurrió a mediados de los años ochentas.
Así, a los colombianos les ha tocado “chuparse” la mayor devaluación en inflación que se suma a la formación de unas expectativas de inflación que el Banco de la República no logró doblegar por su reacción tardía. Ni siquiera se puede defender la depreciación del peso como un estímulo a las exportaciones, pues estas siguen cayendo. Lo que sí ocurrió es que las importaciones se encarecieron y avivaron la inflación, certificado por la canasta de importados.
Sin duda que la inflación va a caer en los próximos meses porque se va recuperando la oferta interna de alimentos, pero se necesita una intervención seria para evitar una devaluación excesiva. Muy poco o nada tienen que ver las tasas de interés con las que el Banco sigue insistiendo, aferrado al manual y así su gerente diga que “Las alzas de tasas de interés del Banco de la República sí han servido para controlar las expectativas de inflación”. No es cierto, porque la realidad muestra la contrario y en cambio se está comenzando a golpear a la economía que se nota en una desaceleración del crédito, eso si certificado por una misma encuesta del Emisor. Los bancos, que no comen cuento, están endureciendo las condiciones de los préstamos y encareciendo el crédito.
“No tengo dudas de que el país estaría hoy en una profunda recesión manteniendo la inflación sobre la meta y controlando el dólar con ajustes de tasas de interés”, dice el gerente del Banco. No hay que engañarse: que el PIB crezca (2,5%) la más baja tasa desde 2009 y haya sectores como el comercio (2,1%) y el agro, -2,9% sin café, que pierden dinámica importante, no es un buen augurio para lo que viene en el corto plazo. En industria (5,3%) hay que depurar el impacto de Reficar.
La clave de una buena política monetaria está en la capacidad de anticipación. El Banco de la República reaccionó tardíamente en atacar la inflación teniendo el cuadro y la información completos y no puede continuar la ruta que no le ha resultado: seguir aumentando los costos a la economía por la vía de mayores tasas de interés y de mayor devaluación. El daño puede ser mayor en términos de crecimiento y desempleo.
Y aunque la función central del Emisor es la estabilidad, es evidente también para poca coordinación que hay entre los equipos técnicos de emisor y gobierno, leáse entre otros, con Hacienda, Agricultura y Planeación Nacional, para ajustar el gasto púbico e impedir problemas como el de los alimentos que han subido un 13,5% en el ultimo año y respondan por más de la mitad del costo de vida. Tampoco se explica el aumento de los precios administrados como la energía eléctrica y el gas. Por eso, la responsabilidad es compartida.
Silverio Gómez Carmona
Analista económico