Vivimos un momento de la humanidad que motiva, por voluntad o por fuerza, profundas reflexiones personales. En simultánea con esta experiencia individual y familiar, que tiene implícita una densa carga emocional, quienes integran empresas, organizaciones e instituciones enfrentan con valor y creatividad una situación impensable hace pocas semanas. La estrategia de todas ellas, en la mayoría de los casos, estaba planteada para desenvolverse en un contexto muy diferente, cuyos escenarios posibles no contemplaban el actual.
Los acontecimientos han puesto a prueba la estrategia en las empresas, y las premisas sobre las cuales está construida, estresándola agudamente en vivo y enfrentándola a un entorno extraordinario que parece más un experimento extremo, temporal pero sin agenda, plagado de incertidumbres. Quizás sea pertinente entonces, aun en medio de las afugias y exaltaciones de la nueva cotidianidad, hacer una pausa esporádica para observar con curiosidad nuestra estrategia en este tiempo de denso aprendizaje.
El DOFA, una herramienta tradicional del pensamiento estratégico, es una buena guía para ese ejercicio reflexivo de observación, autoconocimiento y aprendizaje en la coyuntura actual. Las organizaciones, de manera explícita o no, incorporan en su estrategia formulada una visión de sus fortalezas y debilidades, así como de sus oportunidades y amenazas. Dicha herramienta, cuyo desprestigio surge más de su uso inapropiado que de su antigüedad, orienta las preguntas más básicas y pertinentes que, frente a esta situación, podríamos hacernos en las empresas.
Respecto al entorno, algunas preguntas razonables en cuanto a oportunidades y amenazas serían, por ejemplo: ¿Qué oportunidades nuevas se hacen evidentes dada la coyuntura actual? ¿Qué oportunidades identificadas con anterioridad parecen ahora más frágiles y menos atractivas? ¿Qué fortalezas y debilidades se hicieron visibles en nuestros competidores? ¿Qué dinámicas nuevas observamos en nuestros clientes en procura de sortear su situación? ¿Qué revelaciones ha puesto de manifiesto la crisis respecto al futuro de nuestra industria?
En cuanto a la organización misma, respecto a sus fortalezas y debilidades, pregúntese por ejemplo: ¿Cómo se están comportando frente al estrés actual las fortalezas que creemos tener? ¿Qué nuevas fortalezas se han hecho evidentes en la organización dada la situación? ¿Qué capacidades es necesario convertir en fortalezas para abordar oportunidades que ahora vemos posibles? ¿Tenemos en nuestro talento humano una fortaleza o qué necesitamos hacer para que lo sea? ¿Es nuestra cultura un sólido soporte al funcionamiento de la organización?
Todos tenemos cosas muy importantes que hacer y en qué pensar en el inmediato plazo, a nivel personal y familiar, y ya habrá tiempo para hacer, también en las empresas, reflexiones profundas para cosechar los aprendizajes de esta experiencia traumática e incorporarlos a su estrategia. Con esperanza en el futuro, sugiero respetuosamente que mantengamos presente que, en lo humano y empresarial, vivimos un momento que por complejo es también privilegiado para aprender y repensar el futuro de nuestras empresas, fortaleciendo su estrategia para que sigan cumpliendo su vital función en la sostenibilidad del tejido social, tal como lo están haciendo en esta coyuntura. Las crisis también tienen el poder de hacer visible lo invisible.
Carlos Téllez
ctellez@bexco.co