En el Gobierno Nacional y Prosperidad Social consideramos necesaria la evolución de las transferencias monetarias condicionadas para impactar de manera positiva los índices de pobreza en el país.
A propósito de la publicación del pasado 3 de mayo “¿subsidios sí aportan a reducir la pobreza?” presento algunas consideraciones.
El artículo comienza desdeñando el calificativo de “limosnas” que en algún momento se le dio a este tipo de transferencias que se hacían en los anteriores gobiernos.
Recordemos que con el programa Familias en Acción un hogar podía recibir en 2022 un monto mínimo como incentivo de educación, en caso de tener sólo un hijo, de $14.575, lo que dividido en treinta días, daba un aporte diario de 486 pesos, lo que es a todas luces insuficiente.
Bien reconoce la publicación que el Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno, aprobado por el Congreso, tomó la decisión de armonizar los programas de transferencias monetarias condicionadas y no condicionadas.
Es decir, que se vuelve una política pública dentro de una conceptualización que supera la visión de “acto misericordioso”, que es el significado de limosna, y que otrora se empleaba para lavar las conciencias de quienes sabían que dilapidaban los recursos públicos que deberían beneficiar a los pobres.
La entidad que dirijo en la actualidad es responsable de reorientar las fuerzas de la economía, desde la demanda, para transformar las dinámicas con un enfoque de dignificación del ingreso a los hogares en condición de pobreza extrema y fortalecer los microcircuitos de generación de valor con alternativas de autoempleo, microempresa, empleos temporales, asociatividad productiva, etc., todos atados a un concepto de corresponsabilidad.
Las mujeres cabeza de hogar en pobreza extrema, con niños y niñas en primera infancia, son la mayor prioridad y por ello son el foco de la atención.
Para efectivamente sacar familias de la situación de pobreza extrema, elevamos los montos por encima de la línea de pobreza. Además, incorporamos mecanismos “antifraudes” más rigurosos y exhaustivos para que los recursos lleguen a quienes verdaderamente los necesitan. Por último, involucramos el acompañamiento a familias beneficiarias y convocamos la convergencia de las entidades del Estado en territorio con sus ofertas.
De manera que respondemos a la pregunta: “¿Subsidios sí aportan a reducir la pobreza?”, diciendo sí, siempre y cuando estén asociados a estrategias de creación de empleo y formación de nuevas y pertinentes capacidades; sí, bajo el enfoque planteado, pues se genera un impacto de crecimiento de la demanda y se fortalece la economía popular.
CIELO RUSINQUE
Directora del Departamento para la Prosperidad Social.