El campo colombiano viene desde hace décadas sufriendo de bloqueos económicos, tecnológicos, de inversión social y productiva, de crédito adecuado y suficiente para los pequeños y medianos productores, de oportunidades para los jóvenes rurales, de canales modernos y eficientes de comercialización y de vías rurales que conecten adecuadamente las zonas productivas con los centros de consumo, aunado a la baja calidad de la educación y de salud que allí se presenta.
Ahora el panorama se ha hecho aún más complejo con los bloqueos de las vías nacionales y departamentales que impiden la libre circulación de los productos agropecuarios hacia las ciudades.
Estos problemas estructurales que padece el campo son los factores que explican la difícil situación social y de pobreza que viven los campesinos, que aún con las cifras recientes del Dane y que fueron cuestionadas por Fedesarrollo por errores metodológicos que igualan los niveles de pobreza del sector urbano con el rural sigue siendo alta.
Pero así las cifras estén correctas hay que tener en cuenta que la población rural es un universo mucho más amplio porque comprende los municipios y centros poblados mayores de 25 mil habitantes y los pequeños productores agropecuarios viven en zonas catalogadas como rural disperso.
Es necesario desagregar esas categorías de población para concluir que la calidad de vida de los campesinos es aún más crítica que la de la población rural en general.
Bien lo ha propuesto el Instituto de Ciencia Política Hernán Ecahavarría Olózaga de alcanzar un ‘Gran Acuerdo Fundamental para el Campo’ que se oriente a resolver como Nación los distintos problemas que afectan al campo colombiano, donde sea posible resolver efectivamente los niveles de pobreza, resolver el problema de la distribución de tierra, la baja productividad agropecuaria, la carencia de infraestructura de producción y comercialización, mejorar ostensiblemente el acceso al crédito de los pequeños y medianos productores, mejorar la calidad de la educación y de salud rural, brindar mejores oportunidades a los jóvenes rurales y desactivar los factores de violencia que deterioran aún más la calidad de vida de los campesinos.
Esos son los bloqueos estructurales que es necesario resolver. Se necesita voluntad política para desarrollar un plan de desarrollo agropecuario y rural de largo aliento que pase de las promesas políticas y de los contenidos bien escritos en los planes nacionales de desarrollo, pues tal como como decía Gabriel Rosas Vega, la voluntad política se expresa en presupuesto y eficiencia en la ejecución.
Eso es lo que ha faltado en las últimas tres décadas para pagar la deuda histórica que tiene el país con el campo.
Jesús Antonio Vargas Orozco
Consultor Empresarial
Jesusvargas.orozco@gmail.com