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Disciplina estratégica

La mitad de la vida es suerte. La otra mitad es disciplina, y esa es la mitad más importante.

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El literato alemán Carl Zuckmayer, premio Göethe en 1952, planteó esta reflexión: “La mitad de la vida es suerte. La otra mitad es disciplina, y esa es la mitad más importante, en tanto sin disciplina no sabríamos que hacer con la suerte”. Vista desde el ámbito empresarial, podríamos considerar que esa primera mitad es la que gestionamos desde la estrategia, para reducir el azar a su mínimo, reconociendo que eliminarlo es imposible y desestimarlo, irresponsable. La otra mitad, la disciplina, haría referencia a la actitud requerida por una empresa para ejecutar su estrategia y, aún más importante, para mantenerse leal a ella, es decir, para conservar su foco estratégico.

Casos comunes de desenfoque, por indisciplina estratégica, involucran empresas en dos extremos del mismo espectro. En uno están las exitosas, que caen en la tentación de querer ser todo para todos, dada su reputación y capacidad de gestión, sus excedentes de caja y la debilidad de otros actores en su industria. Estas compañías empiezan a ver, a veces con arrogancia, oportunidades de crecimiento en todas partes, sin considerar cuáles son sus verdaderas competencias para aprovecharlas, y terminan cargadas de complejidad, erosionando los pilares de su éxito como su cultura y la calidad de su talento, su modelo de negocio original y la excelencia en procesos claves para su estrategia, hasta distorsionar su sentido de propósito. En el otro están las empresas en dificultades, cuya urgencia por sobrevivir las lleva a migrar de foco sin profundidad en los análisis o, peor aún, a ampliarlo sin medida, hasta perderlo.

Disciplina estratégica significa rigor en las decisiones de ampliar o cambiar de foco, considerando sus requerimientos y consecuencias, y no implica inflexibilidad, falta de innovación, temor al crecimiento o a diversificarse. Los principales responsables de la disciplina estratégica en las empresas son sus accionistas, la junta directiva y el equipo ejecutivo. Para cuidar tal disciplina es recomendable tener claridad en la estrategia. Visualizar un destino concreto facilita detectar cualquier desvío en la ruta. La estrategia, bien formulada, actúa como un filtro y es una fuente de respuestas que permite identificar la afinidad de cada nuevo paso con la razón de existir de la organización y con sus objetivos.

Para lograr disciplina es definitivo conocerse muy bien como organización. Hacer conciencia de aquello que explica el éxito de una empresa es fundamental para cuidarlo y profundizarlo, para no dejarlo erosionar o marchitar por incursiones en nuevos negocios, y para incorporarlo como pilar en estos últimos. Es importante, así mismo, construir la estrategia con un grupo amplio de personas para crear sentido de pertenencia, un alto entendimiento de la misma y contar así con promotores disciplinados de su ejecución. También es clave socializar la estrategia para que las personas entiendan los raciocinios que la soportan, y que su lealtad a ella sea producto de su comprensión y no de la imposición.

Finalmente, es vital mantener espacios abiertos para conversar de estrategia, para refrescarla proactivamente y no siempre de forma reactiva, para discutir decisiones y debatir nuevos supuestos. Tan relevante como preguntarse por aquello que va a cambiar en el futuro, es entender lo que va a permanecer.

En la vida, para Zuckmayer, sin disciplina es inútil la suerte. En las empresas, sin disciplina pareciera inútil la estrategia.


Carlos Téllez
Consultor empresarial

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