La tecnología ha cambiado la manera en que trabajamos, aprendemos, nos comunicamos, nos entretenemos y cómo nos relacionamos. Esta transformación veloz ha cambiado nuestras vidas individuales, y ha modificado las relaciones de los ciudadanos con su entorno, sus semejantes y las autoridades.
Al mismo tiempo, el mundo se urbaniza a una velocidad sin precedentes. En la próxima década, las ciudades deberán ser capaces de absorber flujos constantes de migración, mejorar la calidad de vida de las personas, proveer bienes y servicios a un número creciente de personas y competir globalmente por atraer talento, nuevos negocios e inversión extranjera.
Las ciudades que reconocen la necesidad de integrar nuevas tecnologías dentro de las infraestructuras existentes y futuras se destacaran con éxito en esta competencia.
Una ciudad ‘hiperconectada’ se apalanca en las nuevas tecnologías digitales para transformar e interconectar en forma segura los elementos críticos de un ecosistema urbano. Así logran el mayor beneficio económico, social, y medio ambiental.
Para lograrlo, las ciudades adoptan un conjunto de tecnologías incluyendo, Internet de las cosas (IoT), computación en la nube, tecnologías móviles, blockchain e inteligencia artificial, entre otras. Utilizando estas tecnologías, las ciudades están impulsando un alto rendimiento de sus ecosistemas urbanos.
Con los datos captados y la inteligencia artificial, las ciudades tendrán la capacidad de actuar en forma proactiva, por ejemplo detectar un potencial riesgo en el sistema eléctrico antes que ocurra, optimizar el tráfico urbano con semáforos inteligentes, aumentar su resiliencia y el manejo de desastres naturales, detectar potenciales amenazas a través de las cámaras de seguridad, mejorar y desarrollar nuevos y mejores servicios al ciudadano, mejor utilización de los espacios públicos, optimizar el uso de los recursos naturales y prevenir la contaminación.
No se trata de ciencia ficción. En Bahía Blanca - Argentina, una sencilla aplicación permite desde el celular encontrar un espacio libre de estacionamiento y pagarlo. Esto reduce las congestiones y pérdida de tiempo para los conductores.
En Sevilla - España, el servicio de basuras ha puesto sensores en los contenedores que permiten saber si es o no necesario recoger todos los días los desperdicios. Los resultados han sido asombrosos en materia de aumento de eficiencia y reducción de costos para la ciudad, sin que los ciudadanos perciban siquiera un cambio en el modelo. Como estos, existen muchos ejemplos de cómo los beneficios de dotar las ciudades de ‘inteligencia’ superan por mucho los costos.
Pero de nada serviría tener toda esta tecnología digital si no tenemos líderes y ciudadanos inteligentes. En su nivel más profundo, una ciudad inteligente debe ser capaz de hacer una introspección y reconocer sus retos –lo que su gente y residentes necesitan para tener la calidad de vida que desean– y crear soluciones únicas que permitan a la comunidad resolverlos.
Eso no es más que el ‘cómo’, pero no todo se resuelve con tecnología. El verdadero reto está en construir un consenso sobre la vocación y el proyecto de ciudad al servicio del cual poner la tecnología. Sin ese ‘para qué’, las tecnologías de información solo serán un maquillaje digital.