Hacer estrategia equivale a pararse deliberadamente frente al futuro incierto en procura de interpretarlo, para abordarlo así con plena consciencia e intencionalidad. Aun ante la extraordinaria incertidumbre que hemos vivido recientemente, es una necesidad ineludible imaginarlo para visualizarnos en alguna de sus versiones posibles.
Establecer un direccionamiento estratégico no disminuye la incertidumbre inherente del futuro, el cual nos ha recordado en estos meses que tan dueño es de sí mismo, pero se vuelve crítico para proveer un marco de referencia dentro del cual gestionar una organización.
Michael Beer, profesor emérito de la escuela de negocios de Harvard, propuso recientemente seis razones que contribuyen a explicar por qué en algunas organizaciones fracasa la estrategia. En la lista aparecen la ausencia de coordinación entre las áreas de la organización, el pobre desarrollo de nuevos liderazgos que genera vacíos en tiempos de crisis ante las cargas que intempestivamente enfrentan los líderes tradicionales, la poca capacidad o voluntad de discusión de sus directivos, los estilos de liderazgo caracterizados por el exceso o la carencia absoluta de control, la deficiente comunicación de la estrategia a toda la organización y la falta de claridad estratégica generada, entre otras razones, por los procesos utilizados para definirla.
En general, los elementos de este listado resultarían familiares, por ejemplo, para las personas que se desenvuelven en el mundo empresarial. Aun así, uno de ellos amerita una reflexión adicional: ¿Cómo saber si contamos con suficiente claridad estratégica en nuestra organización?
Los elementos que potencialmente aportan para conseguir una claridad estratégica integral y plena son muy diversos y numerosos. Sin embargo, en su nivel más elemental y a la vez indispensable, propongo cinco asuntos claves que para las actuales circunstancias una organización necesita discutir y definir en su intención de establecer una plataforma básica de claridad estratégica.
En primer lugar, su claridad de propósito, es decir, en cuanto a su razón de existir y al impacto positivo que desea generar para todas sus partes interesadas. Segundo, la claridad de su aspiración, que refleja sus objetivos más elevados en un horizonte de tiempo y aquello en lo que desea convertirse. Tener claro en qué negocios va a participar y en cuáles de ellos enfocará su crecimiento es un tercer elemento fundamental. A partir de allí, es vital la claridad sobre la forma de competir en cada negocio, así como respecto a las capacidades con las que cuenta y las que necesita desarrollar de manera prioritaria para ello. Finalmente, es muy valiosa la claridad sobre los rasgos que deben caracterizar la cultura organizacional ideal para ejecutar la estrategia definida.
Enfrentar con éxito varias de las causas de fracaso identificadas por el profesor Beer, y otras, sería posible desde este nivel básico de claridad estratégica.
Carlos Téllez
Consultor
carlos@carlostellez.co.