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El juicio inclemente de los medios y la sociedad

Vaya daño que se le está haciendo a nuestra sociedad, a la credibilidad de nuestros medios y al debate sincero y constructivo.

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Soy periodista y comunicadora social, egresada de la Universidad Pontificia Bolivariana, formada en un contexto educativo y familiar en el cual la ética y los principios transparentes siempre han guiado mi desarrollo profesional y personal.

Llevo casi 30 año de ejercicio profesional, y con asombro veo cómo, cada día, se pierden más los principios básicos que no solo deben primar en nuestra profesión, sino en nuestra sociedad: no presumir, otorgar el beneficio de la duda, informar con sustento, opinar con la verdad y, sobre todo, respetar a las demás personas, ya sean mis amigos o mis oponentes.

Lo que ha ocurrido esta semana con el ministro Alberto Carrasquilla, a quien conozco personalmente y para quien trabajé entre el 2004 y el 2007, es una absoluta violación a dichos principios. Un columnista se aboga el derecho a escribir una denuncia de supuestos actos de corrupción en términos irrespetuosos, sin consultar previamente al involucrado, sin tomarse el trabajo de contrastar la información recibida, sin siquiera entender de qué está hablando ni qué hizo o no hizo Carrasquilla y, usando verdades a medias, termina mezclando literalmente peras con manzanas para armar un caso y vestir de delito lo que no es.

En automático, la gran mayoría de medios y periodistas (se escapan muy pocos) le dieron credibilidad a semejantes afirmaciones y reprodujeron la denuncia como un gran escándalo, lo aderezaron con sus propios calificativos y ‘vendieron’ su mensaje como pan caliente. Por supuesto, ‘hicieron su agosto en septiembre’ y la sociedad ya está convencida que nuestro Ministro es corrupto. Ah!, y sin esperar respuesta del afectado, quien antes de pronunciarse ya fue condenado por los medios, la sociedad y los políticos, insultado con los más absurdos improperios y cuestionado hasta más no poder.

Una vez responde, ahí si aparece la ‘objetividad’ al dudar de sus explicaciones, al minimizarlas y, en el mejor de los casos, a decir que “bueno, a lo mejor no es corrupto, pero por lo menos faltó a la ética” y tiene que darles explicaciones, abren micrófonos a todo el que quiere opinar y hacer su propio juicio sin conocer del tema ni explicarlo a la audiencia para que, por lo menos, intente formarse su propia opinión. No hace falte, ya le dijeron a la sociedad lo que querían y para ellos ninguna explicación será suficiente.
En el debate político se puede estar o no de acuerdo, pero nunca se debe ser un idiota útil del mismo y mucho menos reproduciendo información sin verificar.

Vaya daño que se le está haciendo a nuestra sociedad, a la credibilidad de nuestros medios y al debate sincero y constructivo.

No me cabe la menor duda que nuestro brillante Ministro saldrá fortalecido más que nunca y la verdad se impondrá. Seguramente, habrá daño colateral en su querida familia y amigos, e incluso para el país, pero como mi linda madre siempre me decía, “hija: pregúntate para qué”. En este día de voracidad mediática cuesta encontrar esa respuesta, pero estoy segura que existe.

Claudia Patricia Ríos
Periodista y Comunicadora Socia

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