Decía Baltasar Gracián que “si lo bueno breve, dos veces bueno”. Si así estableciéramos las conversaciones, ahorraríamos tiempo y malentendidos. A veces las introducciones eternas acaban siendo el obstáculo del mensaje central.
Dar noticias positivas siempre estimula y alegra. Lo complicado es abordar esas conversaciones no tan positivas y en las que la libertad de las emociones de quienes dan o reciben el mensaje da un significado interpretativo que dejará un mal sabor en la boca de unos y de otros.
En la vida empresarial, las noticias ruedan con una facilidad pasmosa y se van modificando en su avance. Al final, lo que se dice tiene poca relación directa con lo que se dijo en un comienzo. Es sencillo ejemplificarlo con aquellas frases de pasillos: “Supiste que …”, “Cómo te parece que …”, “Es el colmo que …”, entre otras.
Es fundamental hablar pronto y con la verdad, la verdad irrefutable, esas afirmaciones que, aunque sean duras, no dejan lugar a duda. Si en una empresa hay que hacer recortes de personal y el futuro es incierto, dígalo así y aclare: Antes del día tal a la hora tal, todos sabrán qué se resolvió. La verdad no debe usarse como amenaza ni como advertencia sino como herramienta de seguridad y certeza.
Si el mensaje ha de ir hacia una sola persona y tiene que ver con el desempeño, por ejemplo, hable sin rodeos, no deje aire para el pero, diga claramente: “Lamento decirle que su desempeño es bastante inadecuado, lástima que usted es puntual, atento y cordial”. La palabra impacta y no podemos esperar que no lo haga.
Digamos con cortesía lo necesario y tratemos de que no sea más de lo necesario. La honestidad en la palabra puede confundir porque nos quedamos con la sensación de que la honestidad está asociada a la grosería y a cierta exagerada necesidad de dejar todo claro.
Sin embargo, tiene que ver con la verdad del mensaje, con la oportunidad del envío, con la sinceridad y la buena intención de quien lo envía y, aún así, muchas veces no es bien recibido, porque las verdades nos afectan.
Los mensajes en la vida organizacional podrían enviarse con el siguiente recetario:
El ingrediente principal tiene que ser la verdad.
El tono, el momento, el entorno sí importan. Elija bien.
Entregue adecuadamente los mensajes, una vez lo dice ya no es suyo, es de todos.
Siempre ponga en el primer renglón de su mensaje, lo fundamental, no deje espacio a la adivinanza.
Enumere las palabras que deben acompañarlo en sus mensajes y apréndaselas.
Sorprenda al interlocutor, no deje cabida para ese “pero” al que le tememos.
Proteja a sus interlocutores, no los avergüence, no los exponga públicamente, no haga alusiones ofensivas.
Actúe para dormir tranquilo, diga la verdad con amabilidad pero no abra expectativas imposibles, eso agota a las partes.
María José Zuleta
Profesora Inalde Business School