Cuando trabajé en una empresa dedicada al sector salud, se vino la propagación del virus H1N1. Las ventas de los antibacteriales se incrementaron un 80%.
El virus, estaba en todas las noticias y el costo del producto se incrementó más del 150%, pero aun así la gente los compraba. Estando en uno de los comités comerciales para definir el impacto, a alguien se le ocurrió y por qué no, inventar enfermedades cada mes para así, lograr sacar del inventario productos que ya casi nadie compraba.
Mas tarde en una empresa textil, se nos ocurrió la idea de no vender la ropa en los almacenes dividida en hombre y mujer, sino por colores. Existía el mundo de la ropa blanca, la negra y así.
Resulta que, entre cada mundo de color poníamos una prenda de diferente color que hacía mucho tiempo no se vendía. La exhibíamos en todo el centro y le poníamos que era de último modelo. La prenda se vendía inclusive más costosa que las que estaban alrededor.
Buscando en una página de internet un hotel para pasar unas vacaciones, se abría un texto diciéndome que ya se iban a agotar las habitaciones y que la debía reservar rápido. Cuando llegué al hotel, pregunté si en efecto era la última habitación y me respondieron que el hotel estaba totalmente vacío.
En la psicología del consumidor las fuerzas de ventas generalmente están basadas en las creencias de las personas. ¿Es vender con mentiras? ¿Es engañar al comprador? ¿Es abusar de las creencias de la gente?
Constantino, emperador romano y politeísta por herencia, visionó que a la batalla del Puente Milvio llevaría una cruz y que esta le haría victorioso. Ante su propia incredulidad, decidió llevarla ganando la batalla.
Luego de esto, ordenaría a que todo su imperio se convirtiese al cristianismo haciendo la ciudad de Jerusalén, rica, turística, aunque también muy asediada. Mas tarde en el siglo VI, según el sociólogo granadino José Castillo Castillo, al papa Gregorio I, la nobleza le solicitaba constantemente la cabeza de San Pablo, negándose inmediatamente. Ante su insistencia les enviaría unas limaduras de las cadenas del apóstol convirtiéndolas en un objeto sagrado y adorado.
Gerd Tellenbach, especialista en religiosidad medieval, nos cuenta que en el siglo VII se permitirían que los cuerpos de los santos se desmembraran y se comercializaran por toda Europa, dando paso a un enorme comercio de reliquias aumentando claramente la beatificación de santos. Y, por otra parte, qué mejor que estar cerca del cielo vendiendo a una gran familia noble, un espacio al lado de la propia catedral, para que allí fueran enterrados todos los miembros de la familia.
De la misma manera fue como Martín Lutero lideró una reforma estructural de la iglesia, que al haberse enterado de la venta de indulgencias para recoger fondos para terminar la catedral de San Pedro llamaría al pueblo a una revolución de fe.
En la historia de la humanidad, el “creer” ha vendido muchísimo más que el “saber. Valdría la pena, entonces, que creyéramos que este país es maravilloso, ¿no? Tal vez así todos seamos millonarios.
Luis Felipe Chávez Giraldo
Historiador