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Nuestros veteranos y el Bicentenario

No existe mayor diferencia entre esos hombres y niños que nos dieron la libertad, y los actuales soldados y policías de Colombia.

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Hace pocas semanas, el país se estremeció con el atroz ataque del Eln a la Escuela de Cadetes General Santander, que dejó 22 víctimas mortales, y a 67 heridos con sus futuros interrumpidos, en su mayoría muchachos con la ilusión de iniciar una carrera en la Policía Nacional. Este atentado le pegó al alma de la Policía Nacional, institución que por su naturaleza debe ser la más cercana a la ciudadanía. Fue un ataque a nosotros mismos: nos dejó intimidados y amenazados a quienes tenemos el derecho de sentirnos seguros y protegidos.

Es mucho el dolor que Colombia ha debido sufrir a lo largo de su historia, lo que en tiempos de la celebración del Bicentenario me hace pensar en los soldados al mando del General Bolívar que acompañaron la lucha libertadora: jóvenes, casi niños, que a punta de lanzas y bayonetas, y muchas veces descalzos y mal vestidos, dieron la vida y su integridad física en defensa de la que hoy es nuestra bandera independiente y soberana.

No existe mayor diferencia entre esos hombres y niños que nos dieron la libertad, y los actuales soldados y policías de Colombia. Los primeros se enfrentaban al yugo del colonizador, mientras que los miembros de la Fuerza Pública han debido enfrentar por seis décadas otro yugo, más absurdo y más cruel: el de la insurgencia, el terrorismo y el narcotráfico. Batallas distintas: una mostraba un ejército unido en defensa de la conformación de una nación, mientras que la otra nos enfrenta a quienes están deshaciendo nación. No podemos olvidar que tenemos más de 13.500 heridos en combate. Jóvenes que en su mayoría sacrificaron sus extremidades, dejando una cicatriz no solo en ellos, sino en sus familias y en Colombia entera. Esa herida debe hacerse evidente en la sociedad entera y quedar escrita con negrillas en nuestra memoria histórica.

Pero la memoria histórica no sirve si queda solo en los escritos y archivos de una institución. Esta debe hacerse viva en todos nosotros, porque aun perdonando es necesario recordar con actos y manifestaciones de todo orden lo que nos ha sucedido como sociedad. No basta alzar banderas en pocas fechas del año, o dignificar a nuestros héroes en alguna otra ocasión. Se requiere toda una cultura viva y activa que reconozca, enaltezca y se sienta orgullosa de nuestros Veteranos heridos en combate.

El camino de construir esta cultura es arduo y difícil. Se requieren años para que una sociedad coseche la conciencia que debemos sembrar. En esa tarea no pueden quedarse solas las Fuerzas Armadas o las instituciones que trabajan por nuestros heridos, o el gobierno de turno. Este es un camino que debemos recorrer todos como nación. La academia, la empresa privada, las instituciones educativas públicas y privadas, los medios de comunicación, los gremios, tienen un deber con quienes nos han permitido que este país siga floreciendo en paz.

Hagamos, entonces, de este un país agradecido, no de palabra, sino con gestos evidentes y concretos. Contribuyamos a que Colombia logre una política de Estado en beneficio de esta población de veteranos, como la que tienen tantos otros países. Podemos empezar por enseñarle a nuestros hijos quiénes son ellos, y por qué les debemos honor y gratitud.

Cristina Carrizosa Calle
Directora de la Corporación Matamoros

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