En los últimos años la diversidad y la inclusión se han convertido en principios claves en la ruta hacia una sociedad más justa, equitativa y capaz de construir desde la diferencia, así como también hacia la consolidación de espacios laborales en los que converjan diversos conocimientos, habilidades, atributos y trayectorias.
Múltiples estudios realizados por instituciones como el McKinsey Global Institute, demuestran que promover la paridad de género y la equidad racial en el entorno de trabajo impactarían en los resultados de las empresas y se traduciría en billones de dólares agregados al PIB de cada país.
Así mismo, de acuerdo con Global Diversity Inclusion y Great Place to Work, se ha demostrado que la diversidad y la inclusión ayudan a impulsar la innovación, y aumentan la satisfacción, el rendimiento y el sentido de pertenencia.
El BID encontró, en términos de género, que cerca del 60% de las empresas en el mundo no cuenta con mujeres en sus juntas directivas, cifra que en América Latina se eleva a 73%. Y , debido a la pandemia, se estima que el tiempo que tardará en cerrarse la brecha global de género ha pasado de 100 a 136 años.
Aunque muchas organizaciones han empezado a dar sus primeros pasos para hacer de la diversidad y la inclusión principios transversales de sus operaciones, aún queda camino para lograr impactar y aportar a la materialización de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como el número 5, que busca lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas.
En Citi, por ejemplo, uno de los pasos que dimos fue el establecimiento de objetivos de representación en las diferentes bandas de cargos gerenciales de al menos 40% para las mujeres a nivel mundial. Actualmente, en América Latina estamos en 39% y en Colombia alcanzamos 50%.
Aunque es claro que el abordaje y avance en materia de diversidad es un proceso de cada compañía, existen algunas variables que las organizaciones tenemos que aprender a alinear si esperamos continuar consolidando operaciones más diversas e incluyentes, entre los que destacaría: la adopción de indicadores que señalen objetivos medibles, programas de desarrollo de talento que eliminen sesgos inconscientes y remuevan impedimentos estructurales para que las mujeres puedan crecer; el establecimiento de liderazgos más consientes y comprometidos con impulsar la diferencia y construir desde ella; el esfuerzo constante para fortalecer la propuesta de valor hacia los empleados y garantizar procesos basados en meritocracia.
Impulsar la diversidad permitirá entonces que los colaboradores de cualquier empresa perciban que sus contribuciones son juzgadas únicamente por los méritos y que sus voces siempre serán escuchadas. Además, será clave para alcanzar las metas al entender que la gente es quien constituye la ventaja competitiva en las organizaciones.
María Fernanda Ordóñez
Directora de Recursos Humanos de Citi para Latinoamérica