La semana pasada, hubo dos anuncios importantes en torno a los debates sobre cambio climático. El primero fue el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU –el principal grupo de expertos internacionales sobre este tema– acerca de lo que se requiere hacer a nivel mundial para alcanzar las metas del Acuerdo de París del 2015. El segundo fue el otorgamiento del premio nobel en Ciencias Económicas al profesor William D. Nordhaus, de la Universidad de Yale, “por integrar el cambio climático en el análisis macroeconómico de largo plazo”.
El primero de estos informes es alarmante. En esencia, resalta la necesidad de acelerar radicalmente las acciones para reducir la emisión de gases con efecto invernadero para alcanzar la meta más ambiciosa del Acuerdo de París: evitar un calentamiento mundial de no más de 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales, e incluso para alcanzar la meta menos ambiciosa de evitar un calentamiento de 2ºC.
El análisis del Grupo Intergubernamental indica que los compromisos hechos por los países en el marco del Acuerdo de París son insuficientes para alcanzar una y otra meta. De hecho, señala que dichos compromisos llevarían a una elevación de la temperatura de unos 3ºC por encima de los niveles preindustriales en el 2100, y que la tendencia al calentamiento mundial continuaría a partir de entonces.
Los compromisos de mitigación deberán, por lo tanto, acentuarse en los próximos años, particularmente si se quiere alcanzar la meta más ambiciosa. En particular, las acciones de mayor alcance para reducir la emisión de gases con efecto invernadero deben iniciarse mucho antes del 2030. Si esto no se logra, los efectos esperados serán dramáticos: sobre la elevación del nivel del mar, la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas terrestres y marítimos, así como sobre la oferta de agua, la salud y los niveles de vida de la población. Como es obvio, los efectos serán más graves entre más alto sea el nivel de calentamiento.
El premio nobel para el profesor Nordhaus también es bienvenido, pero en realidad constituye un análisis mucho más conservador sobre este tema. En esencia, lo que propone es una acción gradual para combatir el cambio climático. La razón de ello es que, de acuerdo con el estudio económico tradicional, el consumo futuro de la población debe ser calculado a precios de hoy, ajustado por el rendimiento del capital o la tasa de interés. Lo que esto significa es que 100 pesos dentro de medio siglo valen hoy 15, 10 pesos, o menos, dependiendo de la tasa de interés que se utilice. De acuerdo con esta investigación, como hay que incurrir desde ahora en los costos de la mitigación, la acción para combatir el cambio climático debe ser gradual.
Este es un análisis inadecuado. La razón más importante es porque lleva a decisiones que son claramente inequitativas con las generaciones futuras: es decirles que su bienestar se tendrá en cuenta de forma muy limitada en nuestras decisiones de hoy. De hecho, desde un principio de equidad intergeneracional, el único factor que se debe tener en cuenta para ‘descontar’ el bienestar de las generaciones futuras es el hecho de que ellas contarán con mejores tecnologías de las que tenemos actualmente, pero el ritmo de cambio tecnológico es muy inferior a la tasa de interés. Puede argumentarse que, incluso para una misma persona, decir que su bienestar futuro vale menos que el de hoy, es incorrecto: vale la pena preguntárselo a una persona mayor que no hizo ahorro pensional y que no tiene ingresos hoy, o los tiene muy reducidos.
Mucho más acertado es el análisis de Nicholas Stern –economista jefe del Banco Mundial a comienzos del siglo y hoy profesor de la London School of Economics–, quien dirigió el famoso Informe Stern, publicado en el 2006, que clama por una acción acelerada para combatir el cambio climático. Y también más acertado es el estudio del profesor Martin Weitzman, de la Universidad de Harvard, quien, usando un análisis más parecido al de Nordhaus, ha aplicado el concepto de riesgo catastrófico como uno de los criterios para examinar este tema.
Los análisis del Grupo Intergubernamental indican que los riesgos catastróficos en materia de clima no son despreciables. El comité nobel hubiera hecho bien, por lo tanto, en compartir el premio con estos dos economistas cuyos análisis sobre el cambio climático son más adecuados.
La humanidad no puede, por consiguiente, tomar acciones graduales en este campo, sino, por el contrario, aceleradas, como lo señalan el Grupo Intergubernamental y el Informe Stern. Esto significa que se deben incrementar los compromisos de los países en el marco del Acuerdo de París y, por supuesto, que la nación que más ha contribuido a la emisión de gases con efecto invernadero a lo largo de la historia, Estados Unidos, debe retornar al Acuerdo.
En nuestro caso, cabe recordar que las acciones incluyen mejorar la eficiencia energética de todos los procesos productivos y el consumo doméstico, promover tecnologías no convencionales de generación eléctrica y electrificar el transporte, tareas en las cuales estamos muy atrasados, e incluso no se han iniciado. Incluyen, asimismo, el mayor uso de biocombustibles, pero vale la pena decir que solo los nacionales, porque los importados no constituyen un aporte nuestro al esfuerzo de combatir el cambio climático. También implica cambios en el uso del suelo y freno definitivo a la deforestación, tareas en las que claramente hemos retrocedido.
José Antonio Ocampo
Codirector del Banco de la República de Colombia