A los que nos han hecho recientemente miembros del “Partido de los Abuelos” nos preocupan, ahora aún más que antes, cinco temas fundamentales, cuyos resultados funestos solo se evidenciaran en el largo plazo. Estos son, no necesariamente en orden de importancia: (1) la calidad de la educación, (2) el futuro del trabajo en la era de la robotización y la inteligencia artificial; (3) el deterioro marcado del medio ambiente; (4) la solvencia de los regímenes pensionales con una elevada deuda pública; y (5) las proyecciones demográficas.
Estos, en mi opinión, son los más importantes temas de cara al futuro, los cuales –si sobrevivimos como especie– enfrentarán las futuras generaciones. Lo que une estos temas no es solo que su impacto se demora en manifestarse, sino que presentan complejos dilemas de equidad intergeneracional. Como continuación a mi nota anterior sobre capital humano y aprendizaje (Portafolio, julio 8/2019), quiero comentar las buenas y las malas noticias sobre los resultados de las evaluaciones de la educación en Colombia y señalar las brechas internas y externas que el país debe cerrar.
Una de las ventajas de Colombia haber accedido a la membresía de la OCDE (OECD por sus siglas en Inglés), es que ahora somos sujetos de evaluaciones que nos comparan en educación y otras materias con los países más avanzados. Puede ser algo humillante estar ‘en la cola’, pero debe en cambio ser una motivación más para mejorar. En la base de datos (International Education Database, World Top 20 Project 2018) un país como Corea del Sur logra resultados envidiables, con tasas de culminación de la educación primaria y secundaria del 100 por ciento, una tasa de graduación universitaria del 70 por ciento y una baja relación estudiantes/profesores de 12 a 1. En los mismos indicadores, Colombia tiene una tasa de culminación de primaria del 100% (otro cuento es la calidad) y del 77,6% en educación secundaria. Logros importantes.
Sin embargo, la tasa de graduación universitaria es patéticamente baja de solo el 14% y relaciones de estudiantes a profesores de más del doble de las de Corea del Sur (24:1 en educación primaria y 26:1 en secundaria). En los rankings de PISA en el 2015 –en los cuales se evaluaron 540.000 estudiantes de 15 años de edad en 70 países–, Singapur ocupa el primer lugar, con puntajes óptimos en matemáticas (564), lectura (535), y ciencias (556). Los estudiantes Colombianos solo alcanzan puntajes de 390, 425 y 416, respectivamente, dándole a Colombia un ranking de 58 entre los 70 países. Si bien el mal de muchos es consuelo de tontos, en la región Perú, Brasil y República Dominicana están bastante peor.
En el diagnóstico de la educación en Colombia del 2018 de la OECD (Recursos Escolares: Colombia, 2018) resalta que es necesario mejorar el acceso y la calidad de la educación, y reducir o eliminar las enormes diferencias en los resultados de estudiantes urbanos y rurales.
Algo muy positivo es que Colombia dedica un porcentaje elevado de su PIB (6,2%) a la educación, comparado con tan solo 5%, en promedio, del resto de miembros de la OECD. Sin embargo, el gasto por estudiante es bajo. La ampliación de la cobertura escolar no se ha hecho manteniendo o mejorando la calidad, con lo cual la brecha de aprendizaje de los estudiantes colombianos en relación a los de otros países no tiende a cerrarse y puede inclusive estar aumentando.
México es uno de los países que ha dedicado más esfuerzos a medir la calidad de la educación y los resultados no son halagadores, ya que un alto porcentaje de los estudiantes registran muy bajos niveles de rendimiento, especialmente los estratos más bajos y las comunidades indígenas (CEPAL, Evolución Reciente del Sector Educativo en la Región de América Latina y el Caribe, Noviembre, 2017). En Colombia, la CEPAL concluye también que el desempeño de los alumnos de niveles socioeconómicos más altos es superior en todos los grados y áreas. Las brechas en el desempeño de los estudiantes que observo son: (1) interna vs. externa, (2) rural vs. urbana; (3) regional, (4) educación privada vs. pública, con la mayoría de estudiantes en escuelas privadas, (5) mujeres vs. varones, con las niñas logrando mejores resultados en promedio en las evaluaciones que los varones.
Las cuatro primeras empeoran la distribución del ingreso entre los países y aumentan la desigualdad interna. Por ello, si queremos fomentar la movilidad y reducir la desigualdad, hay que mejorar el acceso y la calidad de la educación de los estratos más bajos de la población estén donde estén.
Mejorar el rendimiento de los estudiantes y fomentar la eficiencia del gasto público pasan por tener docentes más comprometidos, más capacitados, y que enfrenten incentivos positivos (remuneración, capacitación, promoción, etc.) y negativos (despido por bajo desempeño, ausentismo, etc.). Todos estos factores son necesarios, pero quizá no suficientes, si no se mejoran otros aspectos, en particular los currículums, los libros y otros elemento tecnológicos de la pedagogía moderna (internet).
Para concluir, resulta muy ilustrativo que en los Estados de la Unión Americana –controlados por los republicanos– que han reducido drásticamente el gasto público en educación, negándose a subir los impuestos (Alaska y Kansas), habrán de empobrecerse aún más, ya que el capital humano es la clave para alcanzar una mayor productividad e ingreso per cápita (Paul Krugman, We don’t need no education, NYT, Julio 16, 2019). Lo mismo le ocurrirá a los países que no enfrenten hoy la prioridad de darle a su población una educación de calidad que les permita competir a nivel internacional en el Siglo XXI.
¡Si no lo logran, cuando se den cuenta por fin, será tarde!
Fernando Montes Negret
Economista Financiero