Tras la Guerra de Corea a principios de los años 50, donde el conflicto se suspendió con la división del país entre Norte y Sur, Corea del Sur quedó como uno de los países más pobres y con menores recursos del mundo.
Como consecuencia de la separación, Corea del Sur no quedó con fábricas, industrias, ni puentes, aeropuertos o carreteras, sólo su territorio del tamaño del Vichada con campos de arroz. Su PIB per cápita era de US$67, menor que el de Etiopía -en ese momento el de Colombia lo triplicaba-, razón por la que algunos lo catalogaron como “El País Imposible”.
¿Pero qué hizo Corea del Sur para que 60 años después se convirtiera en la décimo tercera economía del mundo y uno de los países líderes en educación, nivel de vida, desarrollo tecnológico, entre otros? ¿Qué lecciones podemos aprender de un país que resurgió de una situación, tal vez, más difícil que la que actualmente afronta Colombia?
Son muchos los factores que confluyeron para que se diera este surgimiento como nación: fortalecimiento de instituciones, políticas constantes, apoyos económicos, herencia cultural confuciana, temor a una amenaza externa, por mencionar algunos. Sin embargo, hay dos factores clave sin los cuales no se hubiera dado este milagro: la educación y la tecnología.
Desde el inicio Corea del Sur planteó la Educación como LA estrategia fundamental que ayudaría a fortalecer y desarrollar el país para la supervivencia nacional. Ésta se centró inicialmente en la alfabetización. Corea pasó de tener una tasa de analfabetismo de 78% en 1945 a 0% en 1960.
La siguiente prioridad fue establecer un sistema educativo para formar ciudadanos, antes que profesionales, a través de valores relevantes para su futuro como una sociedad en paz: lealtad, patriotismo, compromiso con la comunidad, constancia, esfuerzo, independencia, respeto. La base sobre la cual se cimienta esta estrategia es que el objetivo de la modernización es la realización del ser humano y hacer su vida diaria más razonable.
En consecuencia, el componente humano es más importante y debe preceder al material. La orientación, los valores y la conciencia del rol de cada individuo se convierten en la fuerza para el cambio social y económico. Para los coreanos, la escuela es un lugar donde se forma el carácter y se alimentan los valores correctos para su sociedad. Esta inversión no fue fácil, pues el país no contaba con los recursos suficientes para lograr cobertura y calidad ideales, pero la apuesta por el recurso más importante, la gente, estaba clara.
Posteriormente, y sólo hasta los años 70, el país se enfocó en el desarrollo de un recurso humano competitivo, con alta concentración hacia lo científico y lo técnico. Las políticas se alinearon con ese objetivo: se incentivó el estudio de ingenierías y carreras técnicas, eximiendo del servicio militar, facilitando créditos, repatriando científicos y académicos de EE.UU. y Europa, ofreciendo apoyo para vivienda y salarios superiores a quienes optaran por estas carreras. Se establecieron escuelas vocacionales en asocio con el sector privado en todo el país. Tal era la prioridad que se le llamó “el movimiento para hacer científica a toda la población”.
Es así como tras décadas de reconocer y ser consecuentes con la importancia de la educación para el país, hoy en día lo que “califica” a una persona para desempeñarse profesional, social y culturalmente son sus estudios. Sea cual sea su rol en la sociedad: político, empleado, emprendedor, su reconocimiento y respeto se basa en su perfil educativo. No es raro ver empresarios con gran éxito económico, estudiando un doctorado en la noche para obtener el respeto y nivel social que el dinero por sí solo no le proporciona. Existe un entendimiento generalizado de que el nivel educativo permite el ascenso social y económico. Así, no se trata simplemente de buscar puntuar alto en las pruebas estandarizadas internacionales, sino de preparar a las personas integralmente como ciudadanos y como la unidad básica desde donde se genera desarrollo para el país.
Paralelamente al desarrollo humano competitivo, y dado que se trataba de un mercado interno muy limitado, el Estado financió industrias con potencial de exportación, principalmente en la industria pesada, ingeniería, tecnología e industria química. Para competir globalmente se incentivaron y financiaron empresas de talla mundial, no sólo microempresas, que podían ser desarrolladas con un recurso humano de alto nivel. Surgieron así empresas exportadoras con gran fuerza y potencial en los sectores automotriz, tecnológicos, construcción naval y de infraestructura.
Corea igualmente invirtió en investigación y desarrollo, ya con profesionales altamente calificados en un trabajo conjunto entre el sector público y privado. La inversión en I+D en Corea se multiplicó por 50 entre 1981 y 2005. Inicialmente, 80% de la inversión era pública, pero con el surgimiento de las grandes empresas coreanas, éstas asumieron la inversión hasta proveer más de 75% del valor hoy en día.
En Colombia estamos ante el reto de la Cuarta Revolución Industrial donde la Economía Digital y la Economía Creativa serán las fuentes de creación de valor a nivel global. Nunca antes en la historia dependimos tanto del recurso humano para nuestro desarrollo como hoy. Tenemos la oportunidad de dar un salto como sociedad y reducir las desigualdades aprovechando esta nueva revolución industrial.
Estamos también ante el reto de un postconflicto donde impera la necesidad de darles nuevas oportunidades de desarrollo a los colombianos. En escenario de postconflicto, ¿cuál es la Colombia que nos imaginamos en 50 años si realmente le apostamos a la educación y la tecnología?
César Muñoz
Gerente de Ciudadanía Corporativa de Samsung Colombia
Educación y Tecnología: lecciones del postconflicto coreano
Estamos ante el reto de la Cuarta Revolución Industrial donde las Economías Digital y Creativa serán las fuentes de creación de valor a nivel global.
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