En diciembre fue lanzado con bombos y platillos el informe definitivo de la segunda Misión de Sabios. Por un lado, está bien que la presentación del informe haya coincidido con la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, liderado por la chocoana Mábel Torres.
Por el otro, es claro que estos avances normativos y legales son necesarios, mas no suficientes, para solventar la deuda histórica que carga Colombia de no haber formado un ecosistema de creación y apropiación del conocimiento, ni de contar hoy en día con la masa crítica de presupuesto, capital humano y participación del sector productivo requerida para que este opere.
Para entender la complejidad del reto del nuevo ministerio es útil analizarlo por componentes. En primer lugar tenemos la ciencia, o el reto de generar conocimiento, para lo cual es fundamental el rol que tiene un sistema educativo de calidad. Como diría Gabriel García Márquez en 1994: “una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire en un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos”. En este frente la Misión hace una propuesta interesante, con la creación de un Instituto Superior de Investigación en Educación (ISIE) que se apoyaría en una red de Centros regionales de Innovación en Educación.
En segundo lugar está la tecnología y la innovación, que buscan la apropiación y adaptación de ese conocimiento a las cadenas productivas nacionales, y por tanto son la base del impulso a la productividad que tanto necesita Colombia. Acá es el sector industrial y no el Estado el que debería movilizar los recursos y la demanda por innovación.
Pero el gran problema que viene arrastrando la ciencia en Colombia es de carácter presupuestal. La meta que propone la Misión de Sabios, de subir la inversión en I+D desde 0,25% a 1,5% del PIB, implicaría invertir anualmente cerca de $16 billones.
Esta cifra se ve muy lejana a los $392.000 millones que recibirá la nueva entidad, más aún cuando la Ley 1951 de 2019 especificó que el Ministerio de Ciencia no debe generar gastos adicionales, ni de personal ni generales, a los que tenía presupuestado el antiguo Colciencias. La única herramienta recaería en un uso eficaz del fondo CTI de regalías, lo que requiere una agenda conjunta regional de investigación, que unifique esfuerzos de gobiernos municipales y departamentales.
Este es el camino. El conocimiento se sustenta en un recurso inagotable, la creatividad humana. Estamos ante un posible punto de inflexión, en el que Colombia puede cambiar su paradigma de desarrollo y, siguiendo los consejos de los Sabios, aprovechar su riqueza y dotación natural para destacar en áreas estratégicas como la biotecnología, las industrias creativas y la industria 4.0.
Ahora la pelota está en la cancha del gobierno, a través de las prioridades de la asignación presupuestal, pero también del sector productivo, que debe demandar más innovación. Ojalá este esfuerzo no se convierta en palabras impresas, y Colombia no quede como resultó tras la primera Misión de Sabios de 1994… al filo de la oportunidad.
David Fernando Forero
Investigador de Fedesarrollo
dforero@fedesarrollo.org.co