Todos los sectores tienen épocas de particular prosperidad. En abril de 1976, el precio del café alcanzó un récord de 3.7 dólares por libra, una de las mejores bonanzas cafeteras de la historia. El 2020 marca un hito importante para el sector del software y la tecnología. Ha sido tan vertiginoso su crecimiento, que bien lo han llamado la Cuarta Revolución Industrial (4RI). ¿Puede verdaderamente Colombia ser protagonista de esta revolución y aprovechar su bonanza?
Hacia el final de los 70, la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia había fomentado y tecnificado el cultivo a lo largo del país y Colombia se había posicionado como el segundo mayor productor en el planeta; más importante aún, Colombia producía el mejor café del mundo.
Para 1987 Juan Valdez, su mula Conchita y las montañas de Colombia componían el logo más reconocido del planeta, después del de Coca-Cola, especialmente a raíz de las famosas victorias de Fabio Parra y Lucho Herrera con la camiseta de Café de Colombia, en las montañas de Francia. El mercado americano y europeo preferían el café colombiano y su aroma, y las mayores marcas como Kraft y Nestlé anunciaban con orgullo en sus ingredientes, 100% Café de Colombia. Sin duda, por muchos años, el café generó riqueza para el país y se convirtió en el sustento de miles de familias campesinas.
Hoy el precio de nuestro café oscila alrededor de 1 dólar por libra. Los productores de café se han expandido por el mundo y la industria ya no goza de los privilegios de antaño. De no ser por el repunte del dólar, sería muy difícil sobrevivir sembrando café en Colombia. El café se ha convertido en un commodity; el negocio ya no está en producirlo en volumen. Podría decirse que lo que fuera una bonanza, hoy es una crisis, a pesar de tener el mejor producto y un gran programa de mercadeo.
Paralelamente se desarrolló Starbucks, inspirada en la oferta de granos de café de alta calidad. No obstante, esta compañía pronto descubrió que es en el valor agregado en donde se encuentra la fortuna y migró a brindar una serie de productos más sofisticados en conjunto con un ambiente agradable, atención al público y Wifi. Solo las ventas de su producto Frappuccino sumaron aproximadamente 3.000 millones de dólares en el 2019, 50% más que la exportación total de café colombiano. Un Frappuccino se vende hoy en Estados Unidos a 3,95 dólares; a 30 Frappuccinos por libra de café, podría concluirse que, una libra, de cerca de 1 dólar, conlleva a más de 100 dólares de ingresos; tardío descubrimiento que hizo la Federación cuando infructuosamente permitió la creación de las tiendas Juan Valdez para competirle a Starbucks.
La industria de software está en bonanza. Hoy prácticamente todas las compañías deben ser de software. Para sobrevivir es casi indispensable ser trilingüe: dominar el español, el inglés y al menos un lenguaje de programación. Todos los gobiernos del mundo han descubierto este “secreto” y no se han hecho esperar las propuestas para brindar cursos de programación, inteligencia artificial, big-data, blockchain y cuanta palabreja se pone moda, como garantía de un buen empleo, con un salario extraordinario.
Paralelamente, Google, Amazon, SAP, Oracle y Microsoft -los Starbucks de esta industria- requieren infinita cantidad de materia prima de alta calidad, programadores de software que también están escasos en sus países de origen. Es por eso que, muy generosamente, brindan a todos los gobiernos programas de transferencia de conocimiento, incluso de forma gratuita, con el ánimo de “promover el progreso”.
Si bien es cierto que a través de la generación de conocimiento es que los países en desarrollo podemos prosperar, está demostrado que el mayor crecimiento económico se logra agregando valor y no proveyendo la materia prima básica. No es pues maquilando software o programando en Colombia para marcas extranjeras que vamos a maximizar el beneficio sostenible para el país. Ya existen en Colombia empresas exitosas de software que exportan a Estados Unidos y Europa, y es sobre ese éxito y analizando esas trayectorias que se puede construir una industria.
Aprendiendo de las experiencias anteriores, el país debe escoger bien su vocación. La transformación digital y la participación en la 4RI no se logrará siendo un país consumidor de tecnología extranjera o vendiéndole al mejor postor el capital intelectual, “nuestros mejores granos de café”. El verdadero crecimiento se logrará a través de empresas de software colombianas que venden y exportan productos de clase mundial, desarrollados con talento colombiano capacitado. Ese es el “Frappuccino de Software” en el que se encuentra la verdadera bonanza de la Cuarta Revolución Industrial.
#LaClaveEsElSoftware
William Corredor
CEO Open International y Miembro de Junta Directiva Fedesoft.