El título de este artículo corresponde a un dicho de frecuente uso en Ecuador para describir el comportamiento de una persona que gasta por encima de sus ingresos para aparentar una riqueza inexistente, y me parece que en lo que toca con nuestro Congreso Nacional esa descripción bien se nos podría aplicar, ya que tenemos 102 senadores, dos más que Estados Unidos, cuya economía es al menos 40 veces mayor a la nuestra.
Además, nuestra Cámara de Representantes cuenta con 166 miembros, número que también considero exagerado. Pero como dice el refrán, ‘al que no quiere caldo se le dan dos tazas’, por lo que actualmente se está discutiendo en el Congreso un proyecto de ley para aumentar 16 curules más para darle representación a las regiones marginadas del país, en las cuales el Estado no ha tenido presencia y donde tradicionalmente los grupos al margen de la ley han actuado a sus anchas.
Aunque ese objetivo es muy loable, considero que esta hubiera sido la mejor oportunidad para proponer, mediante un referendo, una reforma radical al Congreso para reducir sustancialmente el número de sus miembros, pero garantizándole a cada uno de los 32 departamentos al menos un senador y un representante, con lo cual todas las regiones tendrían presencia en ambas Cámaras.
Una medida de esta naturaleza le ahorraría a Colombia cuantiosos recursos, ya que, según lo mencionó Mauricio Cabrera en uno de sus recientes artículos, cada congresista nos cuesta a los colombianos alrededor de 80 millones de pesos mensuales, si se le suman a sus jugosos sueldos los de sus colaboradores, escoltas y choferes, así como los pasajes aéreos y los costos de operación y mantenimiento de los vehículos blindados en los que muchos de ellos se movilizan, no solo en Bogotá, sino en sus regiones de origen.
Recuerdo, con cierta nostalgia, la fallida iniciativa que promovió el expresidente Álvaro Uribe al comienzo de su primer mandato, mediante la cual se pretendía reformar el Congreso convirtiéndolo en unicameral y con un máximo de 100 miembros, pero a esa consulta le colgaron otra serie de propuestas, algunas de ellas difíciles de entender por los votantes rasos, y otras como la de congelar durante un tiempo los salarios de los empleados del sector estatal, cuya aprobación era muy improbable, por eso cuando se convocó un referendo para someterla a consideración del pueblo este fue rechazado.
Con la pobre imagen que, infortunadamente, tiene el Congreso, estoy convencido de que una iniciativa como la aquí sugerida sería aprobada por los ciudadanos de forma abrumadora.
Ernesto de Lima
Presidente de la Organización Delima
‘Que no se note la pobreza’
Esta hubiera sido la mejor oportunidad para proponer, mediante un referendo, una reforma radical al Congreso para reducir el número de sus miembros.
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