Incitar a la violencia a partir del poder no es algo nuevo. En los años más recientes, el terrorismo en sus facetas ideológicas, se basa en el marco que generan los líderes políticos o religiosos. El caso más sonado ha sido el fundamentalismo islámico.
Más recientemente, sin embargo, ha sido en EE. UU., donde la violencia y el terrorismo han visto una creciente ola de incidentes por parte de casos aislados de ciudadanos norteamericanos. Aunque no han sido coordinados entre sí, todos han tenido una connotación similar, en el sentido de basar su actuar en las palabras y las posiciones del alto gobierno de ese país.
Por un lado, un seguidor del presidente Trump, envió por correo bombas dirigidas a opositores, políticos, empresarios, periodistas o hasta actores. Si bien no hubo consecuencias que lamentar, sí se logró crear zozobra. A su vez, un antisemita declarado, entró a una sinagoga y, en medio del rezo semanal, mató a 11 creyentes.
En el mismo periodo (las últimas tres semanas), un hombre mató a dos personas afroamericanas ante una iglesia en Kentucky, y otro ingresó a un club de yoga en Florida y mató a una instructora y una alumna. El asesino había hecho declaraciones denigrantes sobre las mujeres en las redes sociales. En la noche del pasado miércoles un exmarine mató a 12 personas en un bar en California. No se conocen los motivos.
¿Será que todo esto es casualidad, o que se abre camino a estos hechos por la misma filosofía, las mismas palabras que incitan al crimen y a la violencia? Es diciente que el presidente de EE. UU., ante los lamentables hechos de la sinagoga, señaló que si los ciudadanos hubieran estado armados o contaran con un esquema de seguridad, estos no hubieran ocurrido. Esto, en vez de lamentar lo ocurrido y señalar a quien perpetuó el acto inaudito.
En este marco de violencia, y de declaraciones de odio y apología a la defensa propia con armas, se llevaron a cabo las recientes elecciones de mitad del periodo presidencial en EE. UU. Es de recalcar lo que ocurrió en las elecciones al Congreso. Por un lado, en el Senado, cuyos votos cubren todo un estado (con amplias zonas rurales donde la posición del presidente es apoyada), el Partido Republicano pudo ampliar su ventaja y control. Por el otro, en las elecciones a la Cámara cuyos distritos electorales coinciden muchas veces con zonas urbanas y suburbanas, el Partido Demócrata logró recuperar la mayoría. En estas áreas altamente pobladas y muchas veces víctimas del crimen y la violencia, el rechazo al mismo movilizó el voto contra el actual gobierno.
Sería simplista señalar que esta fue la única razón, habiendo otros motivos como la posición frente al tema migratorio. No es casualidad que la mayoría de las nuevas representantes opositoras al gobierno sean mujeres, y algunas de ellas latinas. Pero tampoco sobra señalar, que el creciente ambiente de hostilidad llamó a varios votantes a expresar su descontento y su posición frente a este tema.
No solo en EE.UU., sino el caso de Bolsonaro, en Brasil, o Salvini, en Italia, se relacionan con la apología al uso de la fuerza contra el crimen y la ilegalidad migratoria. En otros casos, ha sido la defensa animalista o ambientalista la que a suscitado hechos violentos.
Desde los candidatos y gobernantes, se abre permisividad a la violencia, de manera consciente o inconsciente. Es hora de que la violencia incitada desde el poder desaparezca, y que las discusiones alrededor de temas esenciales se presenten con argumentos pacíficos y constructivos.
Rafael Herz
Vicepresidente Ejecutivo de la ACP
Rafael Herz