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Globalización - nein danke

El 58% de los alemanes ven la globalización como riesgo. Y son los votantes de los partidos políticos del centro los que responden así a las encuestas

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Se ha acentuado una tendencia que se venía señalando desde antes de la crisis sanitaria: el creciente rechazo a la globalización. Lo sorprendente es que, en Alemania, una economía que depende en casi la mitad de los puestos de trabajo del comercio internacional, esa posición hoy sea mayoritaria. El 58% de los alemanes ven la globalización como un riesgo. Y son los votantes de los partidos políticos del centro los que crecientemente responden así a las encuestas, no los de los extremos de izquierda o derecha.

Los aislamientos y cierres de los países han fortalecido las voces de quienes consideran que se puede crecer sin una economía abierta, sin libre tránsito de personas y mercancías. Se estima que el comercio internacional de bienes se reducirá en un 30% este año. Varios países están llamando a fortalecer sus empresas locales a través de compras nacionales. Se habla en países como India o Japón, de “autosuficiencia”. En Europa, anterior líder de un mercado abierto, ahora el eslogan es “autonomía estratégica”.

El movimiento de personas ha llegado a un mínimo con el cierre generalizado de fronteras. Y en EE. UU., Trump propone reducirlos flujos migratorios, arguyendo la protección del empleo para sus ciudadanos. Y otros países vienen anunciando que abrirán las fronteras solo de manera gradual y aplicando protocolos sanitarios con extremas restricciones.

Ni siquiera el movimiento transfronterizo de capitales se mantiene intacto. El flujo de capitales entre los EE.UU. y China se ha disminuido en un 60%. Se estima que empresas multinacionales reduzcan sus inversiones en un 30%. Y algunos analistas recomiendan imponer impuestos a los flujos internacionales de capital, con el argumento de fortalecer las finanzas públicas.

Las consecuencias de la tendencia nacionalista redundarán en más pobreza en los países en desarrollo, que no crecerán al ritmo necesario para crear fuentes de ingreso. En los países ricos, el nivel de vida se afectará por mayores costos y menos libertades. Y un mundo más dividido en centros de poder con visiones autóctonas implicará menor colaboración hacia la recuperación económica sostenida.

Durante 70 años, el mundo redujo conflictos bélicos, permitió luchar contra la pobreza, y aseguró un crecimiento sostenido gracias a los flujos abiertos de personas, bienes y capitales. Si bien eso ya se venía olvidando en los últimos años, ahora la pandemia mundial está dando argumentos a quienes, sin propuestas alternativas, rechazan las realidades de una época que generó riqueza y opciones para muchos. Sin duda, hay quienes no vieron los frutos de una economía global; el reto era y es una mayor inclusión, pero no una oposición injustificada al libre comercio.

Si un país como Alemania, donde año tras año el superávit comercial es mayor que en cualquier economía, da la espalda a la globalización, ¿que se puede esperar en la mayoría de los otros países? La discusión en la mayor potencia europea hoy es igual de apasionada como en la Gran Bretaña antes del Brexit. Las consecuencias pueden ser nefastas para ese país y un mundo que pretende con nacionalismo, populismo y cierre de fronteras volver a la senda del crecimiento post-pandemia. Algo poco probable.

Rafael Herz
Analista Internacional
rsherz@hotmail.com




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