Los tiempos que vivimos demandan activar en nuestras organizaciones toda su capacidad disponible de pensamiento estratégico. Dicha capacidad, que nos permite imaginar un futuro y darle forma desde las decisiones que tomamos en el presente, habita en las personas que las integran. Para lograr la activación es pertinente reconocer tres obstáculos comunes que suelen impedirla o ralentizarla en las empresas.
Primero, algunas personas no conocen la estrategia, o no la entienden, y en razón a ello no logran aportarle desde su mirada para definirla ni para priorizar con criterio sus esfuerzos hacia aquello que la organización desea lograr.
Segundo, hay quienes conocen la estrategia, pero no se sienten “estratégicos” y adolecen de sentido de pertenencia hacia ella al no identificar con claridad cuál es su aporte cotidiano tangible para materializarla.
Y tercero, dado que quizás las conversaciones estratégicas tienen lugar en los niveles gerenciales más elevados, y sus conclusiones no fluyen de manera adecuada hacia toda la organización, las personas marginadas se divorcian de aquello inherente a la estrategia, intencionalmente o por inercia, lo cual se manifiesta en su natural desinterés en aportar para refrescarla e incluso para ejecutarla.
Activar la capacidad de pensamiento estratégico en una organización requiere, en primer lugar, una sincera convicción respecto al potencial que tienen las personas que la componen para aportar a la construcción y ajuste permanente de la estrategia. En tiempos como estos, de alta incertidumbre, buena parte de la información relevante para hacer estrategia está por fuera de las organizaciones, y es por eso que necesitamos contar en ellas con excelentes observadores que hagan sentido del entorno para que aporten a las conversaciones estratégicas elementos pertinentes y valiosos. El desarrollo del “sentido estratégico” habilita a las personas para observar de manera crítica su propia organización, en particular las falencias y oportunidades de su estrategia en ejecución.
En términos prácticos, para activar su capacidad de pensamiento estratégico una organización necesita hacerse cargo de los obstáculos mencionados, y otros posibles, así como adoptar algunos hábitos y prácticas que según los expertos facilitan este proceso. Comunicar con generosidad la estrategia, proveer a las personas de conceptos y herramientas para el pensamiento estratégico desde programas de formación, difundir información pertinente para motivar la reflexión colectiva, y convertir la estrategia en tema de conversación en espacios seguros, son algunos de ellos. Así mismo, fomentar una cultura abierta y menos jerárquica, y un estilo de liderazgo que promueva el diálogo y valore la curiosidad, suman en esta intención.
Cosechar y alinear la consciencia estratégica colectiva de nuestras organizaciones es hoy una valiosa oportunidad. La capacidad de pensamiento estratégico ya está en nuestras empresas, la tarea ahora es desplegarla y fortalecerla desde acciones intencionales para conseguirlo.
Carlos Téllez
Consultor
carlos@carlostellez.co