Colombia tiene un potencial geológico que le permitiría producir petróleo y gas durante las próximas décadas. Como país, tenemos una oportunidad histórica de aprovechar la riqueza del subsuelo para apalancar una transformación productiva y una diversificación energética inteligente, con responsabilidad económica, social y ambiental.
La industria petrolera lleva cien años en Colombia y en muchas de sus regiones. Es decir, no es ni advenediza ni un cuerpo extraño, como algunos insisten en hacerla ver cuando se discute sobre las actividades económicas con arraigo regional. Cien años que marcaron el desarrollo del país, y en el que la industria petrolera fue y continúa siendo fundamental.
El sector en Colombia está en un punto de inflexión en el que es necesario fortalecerlo. Las reservas probadas de petróleo alcanzan para seis años, y las de gas natural para un poco más. Y dados los ciclos largos y complejos de la industria, si no se le da un impulso decidido ahora, su capacidad de aportar recursos al desarrollo empezará a declinar.
El escenario que le proponemos al país, es el de aprovechar esta industria para apalancar los programas del nuevo gobierno, impulsar la transformación productiva, garantizar la sostenibilidad fiscal, continuar promoviendo el desarrollo regional, en armonía con el medioambiente, y asegurar el abastecimiento de combustibles líquidos y de gas natural.
¿CÓMO LOGRARLO?
Incrementando la inversión en exploración y producción de petróleo y gas (E&P). Pasar de 4.500 a 7.000 millones de dólares anuales entre el 2018 y el 2022. Con esta cifra será posible sostener la producción actual, de aproximadamente 860 mil barriles. Si ello no ocurre, la producción caerá, pues los campos maduros continuarán declinando.
Esta inversión en hidrocarburos le permitiría al país generar ingresos fiscales de alrededor de 100 billones de pesos entre el 2018 y el 2022. En los últimos diez años, cuando el país tuvo inversiones superiores a 8 mil millones de dólares en E&P, el sector le aportó a la Nación –sin contar regalías– recursos superiores a 200 billones. Es decir, sí es posible y lo hemos hecho.
Además, está la sostenibilidad fiscal y macroeconómica, que hoy no está garantizada. Con la caída en la producción proyectada por el gobierno, será difícil sostener los ingresos petroleros requeridos en el Marco Fiscal de Mediano Plazo, lo que implicaría en el corto plazo recortes en el gasto y en inversión o incumplir las metas de déficit y endeudamiento.
La solución está en incorporar barriles a las reservas: 2.000 millones más, para ser exactos. Las reservas actuales (probadas) están en 1.782 millones; en 1992 llegaron a 3.230. Las de México son de 8.400; Brasil, 13.000; Ecuador, 8,200, y Venezuela, 302.000. Es decir, nuestras reservas son precarias y hay un riesgo cierto de perder la autosuficiencia en petróleo.
La incorporación de estas reservas adicionales a las del Marco Fiscal implica, por supuesto, más exploración y desarrollo de producción en tierra firme (en campos maduros y nuevas cuencas convencionales), pero aún duplicándola, será insuficiente. Como lo hemos dicho, se requiere avanzar en el desarrollo costa afuera y de los yacimientos no convencionales.
Igual de importante para el país es garantizar el abastecimiento de gas. Las inversiones en exploración y producción de gas han crecido (representan entre 10 y 14 por ciento de la inversión en E&P), permitiendo atender el mercado nacional, en generación eléctrica y uso industrial y domiciliario. Pero es necesario incentivar su demanda y la producción nacional de gas.
En combustibles líquidos, según la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), para el 2025 el 30 por ciento del mercado interno, que continúa creciendo, deberá ser abastecido con gasolina, diésel y combustible de aviación importado. Es decir, en la situación actual, es necesario prepararnos para importar más combustibles, en un entorno competitivo.
Darle un nuevo impulso a la industria de hidrocarburos, a lo largo de toda la cadena, pasa por mejorar la competitividad del país: impulsar la exploración y producción, desarrollar los yacimientos costa afuera y los no convencionales, e ir en busca de nuevas fronteras; y asegurar el suministro de combustibles líquidos y gas natural en un marco competitivo.
Para lograrlo se requiere, entre otras, un régimen fiscal competitivo, iniciar la asignación de áreas, revisar los costos operacionales, superar la incertidumbre jurídica, reformar la distribución de las regalías, incentivos a la producción y a la demanda de gas, y viabilizar la importación de combustibles liquidos por terceros y liberar gradualmente este mercado.
Para cada uno de estos propósitos, el gremio tiene propuestas concretas a examinar con el nuevo gobierno y el Congreso. Pero es necesario que los colombianos comprendamos que tener petróleo y gas no es un problema, sino una oportunidad; y que es factible, de manera responsable, convertir la riqueza del subsuelo en desarrollo sobre el suelo.
El verdadero impacto de la industria petrolera, en cien años de actividad, es el progreso. Sin ser un sector infalible, todos los días miles de trabajadores se esmeran en buscar y desarrollar un recurso natural con el que fuimos privilegiados, y transformarlo en recursos de inversión y en mejor calidad de vida para los colombianos. Debemos seguirlo haciendo.
Francisco José Lloreda Mera
Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo (ACP).