El presidente Trump no salía de su asombro al constatar que siendo Estados Unidos la primera economía mundial, tenía un déficit comercial colosal.
Su diagnóstico era que el resto del mundo le robaba, en particular China, y que los aranceles que pagaban las exportaciones gringas eran mayores que los aranceles que pagaban sus importaciones del resto del mundo. Con ese diagnóstico se lanzó a una guerra comercial contra China.
Pero la economía tiene sus leyes que Trump desdeña.
Él encontró un déficit comercial con China de US$347 billones, y a pesar del alza brutal de aranceles, dicho déficit fluctuó alrededor de ese valor durante su cuatrienio.
Con el resto del mundo encontró un déficit comercial de US$750 billones, y éste creció durante su cuatrienio hasta alcanzar US$915 billones en 2020. Cuando una economía gasta más de lo que produce se genera déficit en la balanza comercial, y es síntoma de una economía vigorosa.
El principal cambio en materia de política comercial entre la administración Trump y la Biden, es la diferencia de personalidad entre la ministra entrante y el saliente: mientras que Lighthizer ha sido lobista de grandes corporaciones y luce en la sala de su casa un retrato suyo de tamaño natural que refleja el tamaño de su ego, Katherine Tai es hija de inmigrantes de Taiwán, habla mandarín, y ha sido toda su vida servidora pública. Lo demás seguirá casi igual.
Biden seguirá siendo rudo con China, y los aranceles punitivos que se intercambiaron Trump y Xi Jinping se mantendrán. No se ve en el horizonte un TLC con la U.E., el Reino Unido, ni con los países de la cuenca del Pacífico. Se mantendrá la presión sobre la OMC para reformar su sistema de solución de disputas o marchitarlo. Se pondrá a la clase trabajadora y las cuestiones ambientales en el centro de la política comercial.
Es posible la suspensión de los aranceles extraordinarios al acero y al aluminio impuestos para proteger la industria siderúrgica gringa. Los aranceles revanchistas de los europeos han producido daño a las exportaciones de motos Harley, whisky y otros productos.
Biden cambió la postura de EE. UU. en favor de la producción de vacunas contra el COVID-19 sin autorización del titular de la patente. Colombia prefirió apoyar los intereses de las farmacéuticas.
Las relaciones comerciales Colombia-USA son pacíficas, y el comercio bilateral está exento de aranceles, salvo los cuartos traseros de pollos, la leche, y el azúcar. Todavía no explotamos el gigantesco mercado gringo que se abrió para la agricultura con el TLC.
La administración Trump nos dio la licencia sanitaria para exportar aguacates, y nos clasificaron como país desarrollado por ser miembros de la Ocde.
Trump sacudió el cotarro del sistema de comercio internacional para torcerle el brazo a China, y para reformar a la OMC. Biden no aflojará.
Diego Prieto Uribe
Experto en comercio internacional