Varias enseñanzas nos ha dejado la pandemia en el campo legal. Una de ellas es que no siempre vamos a tener un juez esperándonos para solucionar nuestros conflictos o que ante la ausencia de un juzgado, demostramos que podemos apelar al sentido común y al diálogo: pactando, transigiendo, componiendo y conciliando.
Para sobrevivir, tuvimos que despertar herramientas de negociación que llevaban dormidas en los códigos, miradas con desdén por quienes nos dedicamos al derecho contencioso.
Durante los últimos 20 años, hemos despreciado a los Métodos Alternativos de Solución de Conflictos (MASC) como institución jurídica que busca ver a un ciudadano autónomo, capaz y empoderado de la resolución de sus propios conflictos sin acudir automáticamente a instancias desgastantes como las judiciales.
Los MASC con reducido éxito a la fecha, son enseñados en libros y en las facultades de derecho como la receta para contribuir con la descongestión judicial que es de lejos, la problemática más grande de nuestro sistema de justicia.
Pero los MASC, no han pasado de ser una narrativa académica con algunas excepciones como el arbitraje, que como se conoce, es señalado de ser una justicia elitista, gobernada por las Cámaras de Comercio y solo al alcance de quienes pueden pagar millonarios honorarios por prestigiosos abogados que de manera temporal fungen como jueces de la República, lo que la hace efectiva y confiable pero que no soluciona el nivel de conflictividad de una sociedad pleitera que congestiona los tribunales con casos que en muchas ocasiones, con un poco de creatividad y voluntad, podrían resolverse con instrumentos como la conciliación, la transacción, la mediación, la evaluación neutral, la peritación experta, los jueces de paz o la amigable composición, que por cierto, solo encuentra regulación en Colombia y podría revolucionar la manera como tramitamos las diferencias
Una de las lecciones que nos puede dejar la pandemia, podría ser el rompimiento del paradigma litigioso que nos ha acompañado como nación. No habrá momento más propicio que la conciencia que nos deja esta coyuntura para intentarlo y poner al servicio de un nuevo paradigma, nuestras habilidades de persuasión que, hasta ahora, solo han sido encaminadas a convencer a los jueces y no a las contrapartes
Los abogados tenemos la enorme responsabilidad de introducir en las empresas y clientes que representamos, la cultura de la prevención del riesgo litigioso, adoptando la negociación y la mediación con rigor y como primera opción, así contribuimos no solamente con la descongestión judicial, sino con la economía nacional que no requiere litigios evitables que golpeen los negocios, y en cambo sí resultaría útil, la cooperación entre las partes de un contrato que se necesitan mutuamente para superar esta crisis, de lo contrario, no aprendimos ninguna lección y continuaremos padeciendo una justicia jurásica que según la judicatura en los últimos 30 años, su demanda creció 350% pero solo 20% en jueces, arrojando la dramática cifra de 11 jueces por cada 100 mil habitantes frente a un promedio Ocde de 65 togados.
Eduardo Cardona Mora
Presidente CRL LEGAL