Los últimos acontecimientos que han tenido que ver con manifestaciones violentas y han sido clasificadas como actos de terrorismo como las explosiones en Nueva York, Seaside Park y el ataque de un hombre a puñaladas hacia nueve personas en Minnesota el 17 de septiembre, no responden a ofensivas militares y armadas por estructuras o grupos terroristas contra grandes centros de poder; tienen que ver con hechos violentos individuales, sin un amplio esquema ofensivo y en blandos centros de poder.
Así como las guerras convencionales configuraron el actual sistema internacional con todos sus bemoles, el terrorismo, con sus nuevas metodologías y dinámicas, puede lograr configurar un nuevo modelo de sistema, en el cual el Estado está llamado a repensar cómo construir nuevos escenarios de seguridad y protección.
Desde lo ocurrido el 11-s hasta hoy, todo indica que ha habido una mutación estratégica sobre cómo perpetrar actos terroristas y cómo hacer terrorismo. Los grandes despliegues de hombres armados de carácter irregular en el terrorismo clásico, han empezado de manera progresiva a difuminarse e incluso a combinarse hasta convertirse en nodos y acciones netamente individuales. Lo anterior deja al desnudo cada vez más la difícil reactividad y baja capacidad de prevención de los propios Estados en esta nueva lógica de violencia. Los lobos solitarios son los recursos más efectivos con los que cuentan hoy los grupos terroristas; mayor propaganda por los hechos, bajos costos, mayor golpe estratégico, mayores impactos en la psiquis de la sociedad, menores costos de transacción, menor riesgo de detección. Se convierten en avatares y en agujas en pajares.
Una de las grandes manías del mundo occidental es intentar definirlo todo, esa es la manera de segmentar y pretender ponerles las sábanas a los fantasmas. Los lobos solitarios son, en esencia, individuos deslocalizados que no responden a una cadena de mando y control de un grupo o red terrorista, y que actúan conforme a motivaciones propias, pero que, de alguna manera, comparten cierto nivel comunicacional con algunos miembros de los grupos o células terroristas. Son la manifestación offshore y delegada, en ocasiones, que logra vencer toda estructura robusta de los marcos de seguridad de los Estados. De tal manera, estos logran poner en jaque las estructuras convencionales de los operadores de seguridad, y su bajo nivel de detección, mezclado con su alto nivel de impacto, son la fórmula para poner en aprietos la seguridad.
En efecto, mientras los Estados necesitan tener siempre suerte, los lobos solitarios la necesitan una única vez. Los hechos en Nueva York, Minnesota, Niza, Ansbach, Rounen, Estambul, Bruselas y París, entre otros, confirman que la metodología de la propaganda por el hecho y la manera de actuación, con pocas unidades, responde a una lógica en la cual son imposibles de prevenir, debido a que los ‘lobos’ planean sus propios actos. No siempre estos son directamente relacionados con grupos extremistas, pueden ser actores sin ningún tipo de conexión con redes o grupos, pero el eco de las acciones redunda en los objetivos de algún grupo terrorista en particular.
Así las cosas, todo parece indicar que la irregularidad en este tipo de actos ha llegado al grado de evolución con la invisibilidad, generando confusiones estratégicas en los Estados para evitar y contrarrestar este tipo de amenazas. No obstante, la configuración de los atentados perpetrados por los ‘lobos’ solitarios, generan unos cuestionamientos estructurales. Por un lado, está la condición en la cual, para llevar a cabo ese tipo de actos, tiene que haber una secuencia y modelo de planeamiento, el suministro de información, y la ejecución final, para eso se requiere tiempo. Por otro lado, está lo concerniente a la naturaleza del objetivo. Cada vez estos representan centros blandos de poder.
La explicación se centra en que los centros blandos de poder no están en los máximos niveles de alerta por los operadores de seguridad, son puntos atractivos porque reflejan y denotan las debilidades y vulnerabilidades de la seguridad, pero de igual forma serán cubiertos con gran espectacularidad por los medios de comunicación.
En ese sentido, según la tendencia evolutiva de la planeación y perpetuación de los actos terroristas, habrá una proliferación de estos. No obstante, no todo acto de violencia es per se un acto terrorista y es ahí donde resalta un espacio vacío en la manera cómo el Estado entiende dichos actos. En pocas palabras, el terrorismo es lo que los Estados entienden por este.
César Augusto Niño González
Miembro de RedIntercol.
análisis
Lobos solitarios, terrorismo ‘offshore’
No todo acto de violencia es per se un acto terrorista y es ahí donde resalta un espacio vacío en la forma cómo el Estado entiende dichos actos.
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