A propósito de las últimas noticias en las que se muestra como más de tres millones de venezolanos han emigrado a todos los continentes –huyendo de una inflación anual que superó el 2.000 por ciento, de la pérdida de importación de productos básicos, del descontrol del precio del petróleo, de la falta de servicios hospitalarios, educativos y de infraestructura, y donde el valor del papel moneda pierde cada día más, sumado a un gobierno en el que si no se comparte sus ideales políticos son perseguidos–, veamos, cuáles fueron las consecuencias de la diáspora judía y musulmana a comienzos del siglo XVI cuando los reyes católicos tomaron Granada justo antes del descubrimiento de América.
El 2 de enero de 1492, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla pactan las capitulaciones de Granada en las que el último rey musulmán Boabdil le haría entrega de la ciudad a los Reyes Católicos, nombrados así por el papa Alejandro VI.
Bajo la batuta de los reyes estaban los clérigos Hernando de Talavera y Francisco Jiménez de Cisneros, quienes gozaban de un alto rango en la corte victoriosa granadina. Estos sacerdotes, consejeros de la reina, no se llevaban muy bien debido a sus ideas contrarias. Talavera, abogaba por conservar las religiones conquistadas, permitiéndoles quedarse en la ciudad y argumentando a la corte que una expulsión no solo sería injusta, sino contraria a efectos económicos positivos, pues era claro que desde tiempos atrás a los conquistados se les cobraba impuestos más altos que a los cristianos. Cisneros, al contrario, era defensor de la inquisición y velaba por la expulsión de los judíos y musulmanes de los territorios andaluces. Pero, finalmente, serían sus ideas las que se aprobarían, obligando a Talavera a refugiarse en Sevilla y a Cisneros a ser nombrado como uno de los inquisidores generales de España. Esto, trajo consigo numerosos problemas de carácter económico-comercial, puesto que eran los judíos quienes se encargaban de la mayoría del manejo de productos como la lana, la plata y el cerdo, conllevando a un detrimento del bienestar económico, aumentando el desempleo, los ladronzuelos y las enfermedades en las calles. A los moros, nombre que se le daba a los musulmanes que permanecían en España, se les obligaba también a convertirse al cristianismo, llamándolos nuevos cristianos. En 1609, más de un siglo después estos serían expulsados de la península.
Durante los siguientes años, los moros y judíos fundarían nuevas poblaciones al norte de África, en países de lo que hoy conocemos como Marruecos, Argelia, Libia, Túnez y Egipto; y, poco a poco, a los conversos, según su grado de consanguinidad, se les permitiría ir al Nuevo Mundo con el fin de poblar territorios y conformar industrias que hoy son algunas de las mejores empresas de América.
No nos extrañemos que con la capacidad de trabajo de aquellos venezolanos que han tenido que huir con sus familias lejos de su tierra, en un futuro sean los que lideren nuevos territorios e incluso sean conscientes de una nueva economía creciente a nivel internacional.
No solo de las crisis se aprende, también de los éxodos.
Luis F. Chávez Giraldo
Historiador