El modelo de desarrollo anunciado por el presidente Trump en su discurso de posesión es, “Seguiremos dos reglas muy simples: comprar productos estadounidenses y emplear ciudadanos estadounidenses”. El instrumento que ha privilegiado para poner en práctica este modelo es la política comercial.
Para Trump, las relaciones comerciales que produzcan un déficit comercial destruyen empleos. Por eso está empeñado en terminar los tratados con Canadá y México (Nafta), y con Corea, y por ello suspendió la negociación con la Unión Europea y retiró la firma del TPP con los países de la Cuenca del Pacífico.
Simultáneamente, se ha intensificado la protección a la industria nacional. En efecto, entre enero y septiembre de este año se han iniciado 65 investigaciones con miras a imponer aranceles punitivos a importaciones con precios supuestamente de dumping. Recientemente, respondiendo a una demanda de Boeing, la administración culminó una investigación en la cual recomienda la imposición de un arancel punitivo de 219 por ciento a la importación de aviones canadienses por ser producidos con subsidios estatales. Se está calculando el arancel punitivo a las lavadoras LG y Samsung para proteger a las lavadoras Whirpool.
El objetivo que les ha puesto el presidente Trump a sus negociadores en la modernización del Nafta, es eliminar el déficit comercial de Estados Unidos: 64 billones de dólares con México y 11 billones de dólares con Canadá. De no poder alcanzar ese objetivo, ha manifestado que se retiraría de dicho acuerdo comercial. Para cumplirle a su presidente, los negociadores gringos han llevado a la mesa varias cartas que les han puesto los pelos de punta a los canadienses y a los mexicanos.
La propuesta más exótica es que el Nafta se termine automáticamente a los cinco años, a menos que los tres países acuerden por unanimidad renovarlo. Con ello, Estados Unidos pretende mantener el Nafta en una permanente negociación, con la amenaza permanente de no dar su consentimiento de prórroga de no lograr sus objetivos.
Trump culpa al Nafta, correctamente, de que los fabricantes gringos de vehículos hayan desplazado su producción a México para abastecer desde allí el mercado estadounidense, aprovechando el gran diferencial en los costos laborales. Adicionalmente, Estados Unidos tiene un déficit comercial en este sector con México de 56 billones de dólares. Para corregir esta situación, está exigiendo que los vehículos importados por Estados Unidos tengan un contenido Nafta del 70 por ciento y uno gringo de al menos 50 por ciento, una propuesta que ha sido calificada de inaceptable.
Otra exigencia que ha levantado ampolla es la eliminación del capítulo de solución de disputas en materia de comercio desleal (dumping y subsidios). Actualmente, esas disputas las resuelve un panel de expertos internacionales. Ahora bien, como el mayor número de demandas que resuelve este tribunal son contra Estados Unidos, los gringos quieren que esas disputas sean resueltas en los tribunales nacionales. Este mecanismo de solución de diferencias fue un logro de Canadá, al cual no está dispuesto a renunciar.
Después de la última ronda de negociaciones, el jefe negociador estadounidense expresó que estaba muy disgustado con la resistencia al cambio de sus socios comerciales. A su vez, Trump insiste en que si no se aceptan las exigencias de Estados Unidos se retira del Nafta. Y Si se termina el este tratado, sería un resultado en el que todos pierden, y mucho.
Cuesta creer que Trump, con su instinto de hombre de negocios y con su aura de gran negociador, esté dispuesto a destruir valor de esa manera. Es posible que con sus declaraciones públicas de que no le importa que el Nafta se acabe, esté cañando y metiéndole miedo a la contraparte, dándole munición a sus negociadores para extraer el máximo de concesiones.
En la agenda comercial del presidente Trump se estableció que se daría preferencia al bilateralismo sobre el multilateralismo. Al ser el Nafta un tratado internacional, el retiro de Estados Unidos necesita la aprobación del Congreso, cuyas mayorías republicanas son amigas del libre comercio.
Un escenario probable es que el presidente Trump envíe al Congreso la denuncia de ese tratado para meter más presión, y todo termine en que, efectivamente, se acabe el actual acuerdo comercial trilateral y se pase a negociar acuerdos bilaterales, en donde Estados Unidos tiene más palanca para obtener concesiones.
Entre tanto, Canadá y México consideran la posibilidad de un mundo sin el Nafta.
Diego Prieto U.
Experto en Comercio Exterior