Si bien el dinamismo económico de Colombia se mantiene superior al promedio de América Latina y al de la Ocde, aún es menor que el de las economías líderes en Asia o en la propia región, y supone que el país se mantendría una década más en el rango medio de ingreso por habitante.
La priorización de políticas para superar de forma sostenible esta ‘trampa del ingreso medio’ es fundamental en un contexto de restricciones presupuestarias, y para ello la Ocde puede ser un aliado clave.
Dar el salto a un ingreso alto requiere de mejoras en productividad, que apenas alcanza el 30 por ciento del promedio de los países de la Ocde. Con el fin de determinar las prioridades de política pública, desde el Centro de Desarrollo de la Ocde hemos analizado a partir de los años cincuenta las experiencias de cerca de ochenta economías, comparando dimensiones institucionales y socioeconómicas entre aquellas que han logrado escapar de la trampa del ingreso medio frente a las que no. Se toman, asimismo, en consideración los rasgos estructurales de cada país, dado que hay que reiterar que no hay una única senda de desarrollo.
Según este análisis, las prioridades para superar la trampa del ingreso medio en Colombia –áreas donde muestra un mayor rezago– serían reforzar las instituciones, invertir en educación de calidad y en competencias laborales, desarrollar los mercados financieros y robustecer la política fiscal. Para lograrlo, el país podría basarse en las experiencias positivas de otros países de la Ocde como Australia, Canadá, Chile, Dinamarca e Irlanda, con los que comparte, además, algunos rasgos como la dotación de materias primas, para abordarlas.
Hacia instituciones más sólidas. A través de Colombia Compra Eficiente, el país ha fortalecido las instituciones y su nexo con empresas y ciudadanos en las compras públicas, avances en el marco regulatorio e institucional para las alianzas público-privadas y el progreso en el gobierno corporativo de las entidades públicas, varias de estas de la mano de la Ocde. Sin embargo, como se señala en ‘Perspectivas Económicas de América Latina 2018’, Colombia tiene camino por recorrer.
Los avances en políticas de integridad han ido más lentos que las mayores demandas de la sociedad, lideradas por una creciente clase media que representa un tercio de la población. La agenda institucional debe también repensar el nexo del Estado y los mercados, complementando la apertura comercial con estrategias de desarrollo productivo a nivel regional y nacional.
Promoviendo una educación de calidad. Colombia ha reforzado sus planes educativos con programas como ‘De Cero de a Siempre’, ‘Todos a Aprender’ o ‘Ser Pilo Paga’. En esto, el apoyo de la Ocde a las revisiones en educación y a la información incluida en las pruebas Pisa seguirá siendo clave. Además, avances en competencias y habilidades laborales serían especialmente efectivas para seguir reduciendo la informalidad, elevada también entre la clase media, dado que hoy más del 60 por ciento de las empresas tienen dificultades para encontrar trabajadores idóneos.
En búsqueda de mercados financieros más desarrollados. En los últimos años se dio blindaje a la Superintendencia Financiera y se adoptó una regulación consolidada a conglomerados financieros. No obstante, la inclusión financiera todavía no es completa, y se requiere un mercado de capitales más líquido y con mayores emisores privados. Para ello, por ejemplo, se ha de evitar el crowding-out de la deuda pública sobre los mercados financieros, reto íntimamente relacionado con el robustecimiento de la posición fiscal.
Fomentando una mejor política fiscal para financiar el desarrollo. La incorporación de Colombia a estándares de mayor transparencia e intercambio de información dentro del Foro Global sobre Transparencia Fiscal o el Plan de acción contra la erosión de la base imponible y el traslado de beneficios, dotan al país de mejores respuestas contra la elusión y evasión de impuestos.
La agenda pasa, además, por reforzar el músculo tributario, en particular luchando contra evasión y revisando los gastos tributarios, en una economía que recauda 20 por ciento del PIB, inferior no solo al promedio de la Ocde (34 por ciento del PIB), sino también al de América Latina (23 por ciento). Cómo se recauda y cómo se gasta es incluso más importante, por lo que se debe aumentar la transparencia del gasto y fortalecer el impacto redistributivo de la política fiscal, que apenas reduce la elevada desigualdad.
Todas estas iniciativas han de ser articuladas con una política innovadora de desarrollo productivo, en la cual un componente central es el de la transformación digital. Las nuevas tecnologías abren la posibilidad a aquellos que sepan aprovecharlas –de ahí las prioridades en instituciones, capital humano, desarrollo financiero y política fiscal– de acelerar la convergencia socioeconómica, alcanzando buenas prácticas, hoy solo observadas en países líderes.
La agenda de desarrollo es ambiciosa, pero alcanzable. Así se conseguiría incrementar el bienestar de todos los colombianos, logrando salir, de forma sostenible e inclusiva, de siete décadas como economía de ingreso medio.
Colombia puede contar con la Ocde, y con las experiencias de sus países miembros para llevar a acabo esta tarea.
Las opiniones reflejadas no necesariamente expresan la visión de la OCDE, del Centro de Desarrollo de la OCDE o la de sus países miembros.
Angel Melguizo
Jefe para Latinoamérica del Centro de Desarrollo de la Ocde / En coautoría con Sebastián Nieto-Parra, Jefe adjunto para Latinoamérica del Centro de Desarrollo de la Ocde.