En un número reciente de Portafolio (Julio 30, 2019) me referí a la aterradora perspectiva demográfica del siglo XXI que quizá termine dándole la razón a Malthus.
Pero, más allá de como acomodar en este mundo a tres billones (sí, tres mil millones más) de personas de aquí a fin de siglo –¡cuando hoy ya existe escasez de agua potable, energía y un deterioro ambiental acelerado y posiblemente catastrófico!–, las tasas de fecundidad tan desiguales entre países ricos y pobres, y aun entre los países ricos (Unión Europea y los Estados Unidos), traen impactos adicionales realmente inesperados –como lo refleja el título de este ensayo– más allá de los esperados, como es el imperativo de aumentar la edad de retiro de los trabajadores, la dudosa solvencia de los regímenes pensionales, y las dificultades fiscales para financiar los gastos en salud de una población creciente (en los países en desarrollo) y de una población más vieja en muchos de los países avanzados.
Si bien, como grupo, la edad promedio de las regiones más desarrolladas pasará de casi 30 años en 1965 a 42 años en el 2020, un envejecimiento muy marcado en muy pocos años, la edad promedio, en ese mismo periodo, en un país como Nigeria pasará de 19 a 18 años.
El primer grupo, junto con algunos países de Europa Central (sobretodo Ucrania, Rusia, Polonia, Hungría, Latvia y Lituania) y países asiáticos (Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur y Japón), verán una caída muy pronunciada de la población en edad de trabajar en la próxima década (“Demographic Divisions”, HSBC, Global Research, del 25 de julio de 2019).
Estas tendencias implican que la participación de la población de más de 65 años en el total se incrementa marcadamente entre el 2019 y 2024 y de allí en adelante, creciendo entre el 4 y el 5 por ciento por año, incluyendo a Colombia.
El envejecimiento de la población, medida por la relación de trabajadores activos a pensionados, caerá, ubicándose por debajo de 2 en Japón. Es decir habrá tan solo dos trabajadores activos por cada pensionado, mientras que en países con rápido crecimiento de la población dicha relación se ubica entre 6 y 7 trabajadores por pensionado.
Entre los impactos demográficos inesperados –estudios académicos basados en las encuestas de consumo– demuestran que los hogares tienden a consumir, en forma muy significativa, más bienes y servicios no comercializables a medida que envejecen, en especial cuidados de salud y vivienda.
Un resultado de este cambio en el gasto de los hogares es una apreciación significativa de la tasa real de cambio para las monedas de los países en los cuales es más marcado el envejecimiento de su población.
El mecanismo de transmisión es un aumento permanente en los salarios de los trabajadores en los sectores de bienes y servicios no transables, llevando a una apreciación de la moneda.
Además, se genera una caída endógena de la tasa de interés real, como resultado de un aumento importante en las tasas de ahorro, al aumentar la expectativa de vida y el tiempo entre retiro y fin de la vida, con una caída concomitante en la tasa real de interés de los ahorros (reflejando una menor tasa marginal de rendimiento del capital).
Dado que el envejecimiento de la población es más marcado en la Unión Europea que en los Estados Unidos, entre 1960 y el 2050, ello llevará a una marcada desviación en las tasas de ahorro, con lo cual las tasas reales de interés anualizadas caen de un 5,45 por ciento en 1960 a tasas estimadas de 3,74 por ciento en el 2050.
Así mismo, la tasa de cambio real (RER por sus siglas en Inglés) se aprecia en un 0,29 por ciento por cada 1 por ciento de aumento en el número de personas de la tercera edad sobre la población aun en la fuerza laboral, comparado con los socios comerciales.
Los investigadores, usando un modelo de equilibrio general (Andrea Papetti, “Essays on Demographics, Structural Change and the Macroeconomy”, Stockholm School of Economics, 2019), encuentran que el 15 por ciento de la desviación media absoluta de la tasa de cambio real efectiva (REER) está explicada por factores demográficos.
En consecuencia, los cambios demográficos contribuyen en forma significativa a explicar las tasas de cambio reales efectivas de largo plazo. Quién lo iba a pensar!
Fernando Montes Negret
Economista Financiero