La polarización es la nueva tendencia en el mundo, y parece ser que quienes más logran marcar diferencias, son los que se imponen en las contiendas políticas. El caso más emblemático lo representó el actual presidente de Estados Unidos, quien logró la victoria, polarizando al país con su posición en contra de los inmigrantes, sus declaraciones racistas, y hasta con su arrogante postura frente al trato irrespetuoso a las mujeres.
Trump ha seguido gobernando como en campaña. El más reciente ejemplo ha sido la insistencia en nombrar al juez Brett Kavanaugh en la Corte Constitucional. A pesar del rechazo por las supuestas violaciones a mujeres en su juventud, este representante de posiciones polarizantes frente al aborto y los derechos religiosos, se convertirá en magistrado de la alta corte.
En nuestra región, las elecciones en Brasil se decidirán entre un candidato con posiciones extremas de derecha, y otro con unas posiciones de izquierda. El centro no estará representado. Bolsonaro, el aspirante que obtuvo más votos en primera vuelta, es abiertamente homófobo, xenófobo, ha hecho declaraciones denigrantes sobre las mujeres, y piensa otorgar armas a los brasileños “de bien” para su protección. Haddad, el anterior alcalde São Paulo, quiere regresar al modelo Lula/Rouseff que llevó a la crisis fiscal, al propender por una expansión del gasto público sin precedentes.
El ejemplo de Brasil es una muestra de que los extremos son la forma en la que los políticos buscan hoy el apoyo electoral. En vez de la búsqueda por acuerdos en lo básico, se señalan las diferencias, y se deja, adrede, el ‘centro político’ por fuera de la discusión. A este se suma, que el miedo es la base sobre la cuál se construye el discurso electoral. Bien sea el miedo racial o al crimen, por un lado, o el miedo basado en culpar a los ‘ricos’ de la situación económica, por el otro.
Igual que en Brasil, fue la polarización la que marcó la contienda electoral en México, y también, en gran parte, en nuestro país. A estos ejemplos, se suman los régimenes basados en polarizaciones asistencialistas como Venezuela o el anterior gobierno de Argentina (la época kirchnerista), cuyos programas de gobierno están, y estuvieron, marcados por los subsidios y el gasto público.
Esta nueva tendencia hacia la polarización rechaza la anterior etapa marcada por buscar al voto del centro, y construir sobre similitudes, en vez de enfatizar marcadas diferencias. Atrás han quedado las campañas y los programas basados en confianza económica y seriedad fiscal, así como búsqueda de reducción de la inequidad a través de programas estatales en salud y educación. Hoy, se busca el voto bien sea con candidatos como Bolsonaro, cuyas expresiones están marcadas por el rechazo a las minorías, la difusión del miedo por el crimen y un programa económico cuya única claridad está en la defensa a ultranza por la propiedad privada. O, programas de gobierno cuya base está en diferenciar a ‘pobres de ricos’, llamar a la lucha de clases y basar el desarrollo económico en subsidios que, tarde o temprano, redundarán en una crisis fiscal, como en Venezuela o Argentina.
Es hora de que los consensos vuelvan a reinar, aunque las contiendas electorales sean más aburridas. Pareciera más oportuno rescatar de nuevo los valores de respeto y tolerancia y el desarrollo sostenible con programas de equidad social, austeridad fiscal y monetaria, así como la economía de mercado. Ojalá vuelvan a reinar los consensos en ese sentido, y las figuras extremistas de lado y lado tiendan a desaparecer.
Rafael Herz
Vicepresidente Ejecutivo de la ACP