Las decisiones y anuncios por tweet de Trump en temas de comercio internacional, no se relacionan con un análisis técnico y real, ni con la situación económica nacional o internacional. Un claro ejemplo: a principios de diciembre el presidente Trump anunció el incremento de tarifas para importaciones de acero y aluminio de Brasil y Argentina. El presidente argumenta que estos países han devaluado sus monedas adrede y están afectando a los agricultores de su país.
Lejos de la realidad. La devaluación de las monedas de esos países latinoamericanos corresponde a la debilidad de sus economías, y no a una estrategia comercial. Y sin duda no afecta ni la seguridad nacional, ni la competitividad del sector agricultor americano. Lo que realmente será el resultado de la actuación pasional y poco sustentada de imposición de tarifas en estos casos, será una mayor crisis económica de dos países del continente, en el que el verdadero interés de los EE. UU. debería ser mayor estabilidad.
Se contra-resta esta actitud, con lo que en paralelo se discute en el Congreso americano o se anuncia por el representante de comercio internacional del gobierno de ese país. Por un lado, se ha venido avanzando y se está por aprobar el nuevo acuerdo de libre comercio con México y Canadá. Un logro de la tecnocracia, de la perseverancia negociadora y del análisis económico serio.
A su vez, se acaba de anunciar que la Organización Internacional de Comercio decidió imponer sanciones y tarifas equivalente a USD 7.5 billones por los subsidios europeos a la empresa de aviación Airbus. Una demostración de que las reglas y la institucionalidad del comercio internacional, muy a diferencia de lo que señala el presidente americano, sí funcionan y logran tomar decisiones difíciles y contundentes.
Y precisamente estas diferencias de aproximación entre lo técnico y lo pasional han resultado en la demora del anunciado acuerdo comercial con China, uno de los elementos más importantes para lograr estabilidad y crecimiento de las economías a nivel internacional. Ese acuerdo se anunció por Trump desde principios de octubre. Pero China ha sido reticente a firmarlo porque en la negociación se contraponen los elementos mesurados y analíticos de la oficina del representante de comercio, Lighthizer, y los anuncios políticos y, a veces, incendiarios del alto gobierno.
No hay duda de que el comercio internacional entró en una crisis, en especial desde que la nueva administración se pronunció frente a “América Primero” con el propósito de imponer el unilateralismo americano. Lo que ha pasado, es que esta imposición y sus elementos, han conllevado a zozobra por la falta de unidad de criterio. La defensa de los válidos intereses de proteger a la economía americana de subsidios o “dumping”, que son prácticas ilegales, no se puede confundir con la imposición de pasiones que bien pueden resultar en profundizar la crisis económica internacional.
Lo que no se ha entendido por el alto mandatario de los americanos, es que los intereses se logran defender más con análisis y con respeto por las normas, que por anuncios por tweet que poco se relacionan con la realidad. Ojalá logre, en últimas, perseverar la sensatez económica y comercial frente a la pasión y el populismo.
Rafael Herz
Vicepresidente de la ACP.
rsherz@hotmail.com