Un reto monumental para la competitividad, una vez corrido el telón del conflicto armado, es lograr mejoras sustanciales en la productividad del recurso más abundante y con mayor potencial que disponemos, nuestra gente. Las tasas de subempleo permanecen en niveles elevados y revelan la existencia de una abismal brecha entre la finalidad de las inversiones en educación de las familias y su utilización en el mercado laboral. El resultado son dinastías de hogares cuyos vástagos recorren las rutas de la educación académica hasta los doctorados y tienen carreras profesionales, en paralelo con familias cuyos hijos no logran acceder a la universidad y carecen de formación para el trabajo, son vulnerables al desempleo y la informalidad.
Hasta ahora, el sistema de formación para el trabajo no ofrece los peldaños equivalentes, ni la necesaria movilidad, y tampoco el reconocimiento y la remuneración de la formación académica. De allí la importancia de apoyar los esfuerzos conducentes a dotar al país de un Sistema Nacional de Educación Terciaria (SNET), acompañado de un sistema de certificación de competencias y de la construcción de un marco de cualificaciones que incorpore una visión prospectiva para planificar la oferta formativa ante el cambio continuo del sector productivo, como lo hizo el mundo desarrollado ante las trasformaciones estructurales y los problemas de desempleo que se suscitaron en las últimas décadas del siglo pasado.
El SNET es la respuesta a una nueva arquitectura institucional de la formación para el trabajo a partir de la inclusión, reconocimiento y movilidad que, desde la experiencia internacional, han garantizado el éxito de la implementación de un sistema que potencie el desarrollo tecnológico, la investigación y producción de conocimiento aplicado a soluciones para el desarrollo socio-productivo del país y la generación de empleo. Es el ineludible camino para que la oferta educativa esté alineada con las apuestas productivas, permitiendo, además, que las competencias, independiente de si se adquirieron en la educación formal o por experiencia laboral, sean reconocidas y valoradas por el mercado de trabajo, facilitando mejores estrategias de orientación socio-ocupacional, brindando oportunidades a quienes estén más interesados en lo técnico y el reconocimiento de competencias orientado a la vinculación laboral.
De lo contrario, continuaremos con el desfase entre las necesidades del sistema productivo, expresadas en ofertas de trabajo, frente a los aprendizajes, competencias y certificaciones que esgrimen nuestros jóvenes para aplicar a dichos empleos. Un desencuentro frustrante entre el anhelo de las personas para acceder a un trabajo, y las necesidades insatisfechas de los empleadores para cubrir sus vacantes. Es una crisis resultado de la falta de diálogo entre la producción y la inserción laboral, así como entre la educación académica y la formación profesional. Una traba para el ejercicio del derecho al trabajo y un freno al desarrollo del sistema productivo colombiano.
La mayor esperanza con el SNET es corregir la dispersión de la oferta académica y técnica, pública y privada, que el sistema de educación y formación profesional propone a los bachilleres colombianos. Así mismo, dar movilidad de los estudiantes del pilar de formación profesional al universitario, o viceversa, y acortar la distancia entre lo que enseñan la educación media y la superior con lo que quieren aprender sus estudiantes, por carencia de una orientación socio-ocupacional antes de y durante la educación media. Para ello, es necesario allanar un largo camino e integrar al análisis los contextos y limitaciones de las políticas públicas, en esta materia, con los imperativos del aquí y el ahora.
Francisco Javier Mejía
Viceministro de Empleo y Pensiones
fjmejia@mintrabajo.gov.co
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Sistema de educación terciaria
El SNET es la respuesta a una nueva arquitectura institucional de la formación para el trabajo a partir de la inclusión, reconocimiento y movilidad.
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