¿Qué ocurre con el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Corea del Sur? Soñado hace una década, formalmente iniciado por Colombia en el 2008, negociado desde el 2009, firmado en febrero del 2013 y aprobado por el Congreso coreano en abril del 2014, aún sigue sin entrar en vigencia. Ha sido examinado con detalle, cuestionado por la industria colombiana y defendido por el sector agropecuario y el Congreso de la República, que lo debatió antes de ratificarlo en la segunda vuelta en diciembre del 2014.
A raíz de este impulso, la presidenta coreana Park Geun-hye realizó una visita a Colombia en abril del 2015.
Sin embargo, desde septiembre del año pasado han ocurrido eventos aislados que han vuelto a sembrar dudas acerca de un buen futuro para Colombia mediante este acuerdo: protestas aisladas por empleados de Hyundai frente a la embajada coreana y un voto empatado en la Corte Constitucional, han hecho que una visión y un compromiso político se dificulten en un proceso formal en manos de los magistrados y algunas opiniones de empresarios. La lucha de la cuerda parece ser entre la política de proyección internacional de largo plazo, y los intereses de corto plazo de algunos sectores del empresariado colombiano.
Ningún TLC negociado por Colombia ha sido libre de polémica, pero el acuerdo con Corea ha enfrentado una de las gestiones más difíciles. En lugar de dar expresión a la voluntad compartida de aprovechar las complementariedades de estas dos economías, y construir sobre la base de la histórica confianza entre los dos pueblos, desde la participación y el sacrificio de tropas colombianas en Corea a inicios de 1950, intereses particulares de empresarios influyentes han puesto en peligro la decisión final. Si se declara inconstitucional el TLC con Corea del Sur, ¿lo serán también los tratados anteriormente ratificados por Colombia? Dado que comparten una estructura similar, ¿cómo podremos proceder con las negociaciones del TLC con Japón y miembros del Acuerdo de la Alianza TransPacífico (TPPA), ante quienes el presidente Santos ha manifestado el interés de Colombia por pertenecer, en su reciente visita a Estados Unidos? Realmente, lo que está en juego es la estrategia de comercio exterior de Colombia ante el mundo.
Pero bueno, ¿qué importa un TLC más o uno menos? Para una economía como la colombiana, mucho. Una de las formas de abrir mercados para productos colombianos y expandir el intercambio comercial de beneficio bilateral son los tratados de libre comercio con economías complementarias. Entre las regiones en la mira del gobierno está Asia Pacífico, la de mayor crecimiento económico en el mundo y con mercados de altos niveles de ingresos y de consumo. El ejemplo destacado en dicha zona es Corea del Sur, país con una población similar a la de Colombia, pero con un ingreso medio por hogar 28 veces más alto que el colombiano –exportador de automóviles y productos de alta tecnología, e importador de café de alta gama, flores, frutas y carnes–. A esta realidad apunta el acuerdo entre Colombia y Corea del Sur.
En paralelo con el prometedor camino hacia un acuerdo de paz, el gobierno Santos ha buscado abrirse a nuevos horizontes comerciales. El posconflicto y la reconciliación tendrán un costo alto, el cual ya no se puede financiar de forma adecuada con ingresos del petróleo, cuyas reservas además se podrán acabar en pocos años. Las exportaciones hacia los principales socios comerciales han bajado drásticamente, dejando al desnudo la débil infraestructura a nivel nacional, la baja industrialización, y la alta dependencia de precios y mercados internacionales. Se necesita una diversificación en la agricultura exportable, y Corea es un destino tan fuerte como sofisticado para esta perspectiva.
Por supuesto, un tratado no existe en un vacío, así que hay sectores de la economía colombiana que encontrarán una competencia más exigente, por ejemplo, el sector de autopartes. Pero, si Colombia busca una inserción relevante y sostenible en el comercio global, solo un TLC con una economía altamente desarrollada puede forzar cambios estructurales, fomentar la eficiencia, la mejor asignación de recursos y estimular la innovación.
El temor de los empresarios colombianos es exponerse a forjar nuevas amistades comerciales. El temor es un resultado directo del desconocimiento. Es claro que en pocas universidades colombianas existe una oferta de formación e investigación coherente a largo plazo en Asia Pacífico. Es decir, el capital humano colombiano no está preparado para una multilateralización que Colombia necesita para avanzar hacia un país pacífico, equitativo y sostenible.
Dos miembros de la Alianza del Pacífico (Chile y Perú) ya tienen un TLC vigente con Corea, y México está en negociaciones, al igual que Ecuador y otros seis países latinoamericanos. ¿Qué señal mandarán las dudas de Colombia a otras naciones de Asia, a las cuales apunta también en su tardío esfuerzo de diversificación de mercados, como Japón y China? Poner en cuestión un proyecto negociado y acordado en un proceso ya internacionalmente estandarizado, es una situación que Colombia no puede permitirse.
En juego está la seriedad y continuidad de la imagen política del país ante el mundo. Está en manos de la Corte Constitucional tomar consciencia de esta coyuntura y las repercusiones de su decisión.
Benjamin Creutzfeldt
Ph. D. Catedrático de la Universidad de los Andes.
TLC con Corea del sur: ¿en qué va?
Una de las formas de abrir mercados para productos colombianos son
los tratados de libre comercio con economías complementarias.
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